Horas después de que los
resultados de un modelo de riesgo llegaran al público, el primer ministro del Reino Unido, Boris
Johnson, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pidieron a casi 400
millones de personas que cambiaran sus vidas.
Un grupo
de epidemiólogos en el Imperial College de Londres publicó los hallazgos de su
modelo el 16 de marzo, y los pronósticos eran sombríos. Permitir que el nuevo coronavirus corra sin
control entre la población podría provocar 500.000 muertes en el Reino Unido y
2.2 millones de muertes en EE.UU. Las estimaciones, basadas en datos que
muestran la rapidez con que el virus se estaba propagando entre las personas,
llegaron a los titulares de todo el mundo.
Ese mismo
día, Johnson instó a todos los ciudadanos a quedarse en casa y Trump dispuso
medidas voluntarias de distanciamiento social. Ambos líderes dieron un giro,
después de minimizar la necesidad de restricciones severas para controlar la
propagación del virus.
Incluso
si no vive en el Reino Unido o EE.UU., los
modelos de riesgo como el utilizado por el equipo de Imperial ahora gobiernan
su vida. Más de 2.500 millones de personas se encuentran en países cerrados
o enfrentan severas restricciones a las reuniones sociales, y el número está
creciendo. En muchos países con solo
unos pocos casos de Covid-19, los funcionarios están utilizando ejercicios de
modelado para decidir sus próximos pasos.
Los
modelos de riesgo son representaciones matemáticas de sistemas complejos que
ayudan a mostrar lo que puede suceder en condiciones específicas, y no se
necesitó una pandemia para introducirlos en nuestras vidas. Algunos modelos
ampliamente utilizados tienen bajas incertidumbres, como los que determinan el
precio de las primas de su seguro de automóvil en función de los datos
demográficos producidos por millones de conductores asegurados. Los modelos que proyectan cómo funcionará la
economía si la inflación aumenta repentinamente conllevan mucha más
incertidumbre.
Ningún
modelo acierta todo el tiempo. “Incluso me resulta difícil juzgar cuánto
debería creer lo que resulta de un ejercicio de modelado”, asegura David
Spiegelhalter, profesor de comprensión pública del riesgo en la Universidad de
Cambridge.
La
conciencia pública de los grandes problemas a menudo comienza con el modelado. El cambio climático entró primero en la
conciencia pública con la ayuda de modelos que usaban física conocida e,
inicialmente, pocos datos de observación. Los científicos todavía están
refinando modelos que han estado en uso durante cuatro décadas, con un notable
historial de precisión. Esto puede dar a
los cambios repentinos en los modelos una perspectiva ominosa. Las
actualizaciones recientes de estos modelos climáticos muestran que el mundo
podría calentarse mucho más de lo que se pensaba anteriormente, y los
científicos aún no saben por qué podría ser ese el caso. En el caso del hielo
marino del Ártico, por otro lado, los modelos no pudieron predecir la fuerte
disminución observada en las últimas dos décadas.
Los
modelos son tan buenos como los supuestos en los que se basan. Los científicos climáticos aún no están
seguros de qué rol desempeñan las nubes, que pueden atrapar o reflejar el calor
del sol en función de su tipo y su altitud, con lo que afectan el calentamiento
del planeta. Y más de tres meses después de que el Covid-19 surgiera en
China, los científicos aún no saben cuántas personas pueden infectar a otras
sin sufrir los síntomas. Debido a las
incertidumbres, en ambos casos, los modelos actuales producen grandes
diferencias entre los límites inferior y superior de los pronósticos.
Decenas
de científicos dedican miles de horas a perfeccionar los modelos utilizados
para comprender las enfermedades infecciosas y el cambio climático, y el
proceso de mejora no podrá resolver todas las incertidumbres. Incluso cuando
las cosas no se mueven tan rápido como en una pandemia, el número de variables
involucradas en un modelo aumenta el grado de incertidumbre. Eso no quiere
decir que los modelos sean solo productos de simulación por computadora. Están
informados y muy mejorados por observaciones y datos empíricos. Es solo que siempre habrá incertidumbres
asociadas a cualquier modelo que intente predecir el futuro, sin importar
cuánta potencia informática o cerebro humano se asigne a la tarea.
“Esa
incertidumbre no significa que no sepamos qué hacer”, dice Spiegelhalter. “En
realidad, es una guía para ser más cautelosos”.
Es por eso que a veces se toma medidas drásticas después de leer
los modelos de riesgo. En el caso de Covid-19, miles de millones de personas permanecen
encerradas hasta que el aumento en el número de infecciones esté bajo control.
Para el cambio climático, donde las respuestas políticas nunca han sido tan
draconianas, se han utilizado modelos
para defender medidas dolorosas como la adopción de altos impuestos al carbono
ahora, en lugar de aumentar gradualmente los impuestos a medida que las cosas
empeoran.
El uso
más elevado de los modelos es salvarnos de nuestra propia ceguera habitual ante
la incertidumbre y los riesgos, especialmente cuando nos enfrentamos a eventos
que no siempre tienen un sentido intuitivo. “El modelado juega un papel
esencial”, afirma Baruch Fischoff, profesor de la Universidad Carnegie Mellon y
experto en riesgos. Esto se debe a que
tanto las pandemias como el cambio climático son eventos “no lineales”, los
cuales los seres humanos realmente no pueden entender.
La
matemática no lineal de la pandemia de Covid-19 funciona así: se estima que cada persona infectada con el
nuevo coronavirus infectará a casi otras tres personas, que luego infectarán a
nueve, que infectarán a 27, etc. Con el cambio climático, las matemáticas
no lineales significan que cada décima de grado Celsius de calentamiento tendrá
un impacto más severo en el clima que la décima anterior.
Después de
que la pandemia esté bajo control, existe la esperanza de que la experiencia
pueda conducir a un mayor “pensamiento de riesgo” entre los líderes de los
gobiernos y las empresas, asegura Nigel Brook, socio de la firma de abogados
Clyde & Co, que dirige su práctica sobre el riesgo climático. Después de haber experimentado un evento
de este tipo, Brook cree que es probable que más líderes consideren “riesgos de
cola”: eventos que tenían pocas posibilidades de ocurrir. Esto es
especialmente cierto si el impacto de tal evento podría ser grande, y pocos
problemas conllevan mayores riesgos de cola que el cambio climático.
Hay
momentos claros en el pasado cuando la experiencia de riesgos de cola poco
probables provocó una acción audaz. En
1953, por ejemplo, Países Bajos experimentó graves inundaciones cuando una
combinación de tormentas, marea alta y baja presión hizo que los niveles de
agua se elevaran hasta 5,5 metros sobre el nivel del mar. El desastre natural
destruyó miles de hogares y mató a casi 2.000 personas. En pocos años, el
gobierno holandés lanzó Delta Works, que se convirtió en uno de los proyectos
de infraestructura más grandes del mundo. La serie de presas, esclusas, diques
y barreras contra mareas de tormenta tardó 40 años en completarse y ahora protege
a dos tercios de las tierras del país que enfrentan el riesgo de inundaciones.
Los
riesgos globales como las pandemias y el calentamiento de las temperaturas son
cualitativamente diferentes de las catástrofes localizadas, como pequeñas
epidemias, guerras entre dos países o desastres naturales. No pueden ser
resueltos por un país y exigen soluciones globales.
“[Los
problemas globales] cambian la base sobre la cual podemos confiar en la ciencia
y la confianza en las instituciones, las cuales se encargan de administrar
estos riesgos”, explica Jamie Wardman, profesor de gestión de riesgos en la
Universidad de Nottingham. Es por eso que “el riesgo se ha vuelto central para
nuestra comprensión de cómo el mundo se ha transformado en el siglo pasado”.
¿Covid-19
hará que las personas sean más conscientes de los riesgos globales? Si bien
cada país está lidiando principalmente con el nuevo coronavirus por su cuenta,
las instituciones como la Organización Mundial de la Salud han demostrado ser
cruciales para proporcionar consejos prácticos sobre cómo controlar la
propagación de la enfermedad y compartir datos clave entre países. Son estos datos los que terminan alimentando los
modelos de riesgo y las sombrías previsiones.
Con el
cambio climático, los datos ya se comparten. También los modelos. Es por eso que las secuelas de la pandemia
crearán una prueba clara para que las instituciones globales conviertan una
nueva conciencia del riesgo en una acción real.
FUENTE: Infobae , 01/04/2020
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