De acuerdo a las Naciones Unidas, el aumento de las temperaturas a lo largo del tiempo está cambiando los patrones climáticos y alterando el equilibrio habitual de la naturaleza. Estos cambios ponen en riesgo a los seres humanos y todas las demás formas de vida en la Tierra.
El Día Mundial del Clima fue declarado en 1992 para concientizar a la población sobre la importancia que tienen nuestras acciones y actividades en la variación climática y para visibilizar el problema con el fin de impulsar hábitos más acordes con la protección del medio ambiente.
Sin embargo, luego de 32 años, ya no es necesario visibilizar el problema. El cambio climático se hace presente cada día. Cada semana tormentas más fuertes azotan en diferentes lugares del mundo generando inundaciones catastróficas donde antes no sucedían. Con el aumento de las temperaturas los incendios forestales se producen y propagan con mayor facilidad y, en muchas regiones, azotan las olas de calor, el agua escasea, los desiertos se expanden y se reduce la tierra cultivable a nivel global.
De acuerdo a las Naciones Unidas, “el océano es el mayor sumidero de carbono del planeta” y afirman que “en la actualidad el océano ha absorbido alrededor del 90% del calor generado por emisiones al alza.” A medida que las aguas del océano aumentan su temperatura se desatan efectos progresivos sin precedentes “que incluyen el deshielo de los polos, el aumento del nivel del mar, olas de calor marinas y acidificación del océano.”
“Aunque vivimos en un planeta azul y el océano representa el 90% del espacio vital de la Tierra, apenas estamos empezando a entender la urgencia con la que debemos priorizar la salud de sus ecosistemas”, dice Maia Gutiérrez, co-fundadora y directora de Impacto de la “Fundación Por el Mar”.
Por el Mar (PEM) es una organización independiente que trabaja con la misión de proteger y restaurar el océano e impulsa proyectos de conservación en las provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego en Argentina. Está conformada por un equipo interdisciplinario en el que la ciencia, la comunicación, las políticas públicas y el activismo local conforman los pilares sobre los cuales desarrollan las estrategias de conservación, que van desde la creación de áreas marinas protegidas, a la regulación de industrias que impactan directamente sobre los ecosistemas marinos y costeros.
“El ecosistema que rodea las costas de la Patagonia es increíble. Los bosques de algas marinas en otras partes del mundo han mermado o han desaparecido por completo en las últimas décadas, pero a lo largo de la costa patagónica la historia es otra. Hay estudios que indican que estos bosques se han mantenido estables durante casi dos siglos, posiblemente por las frecuentes olas de frío marino que devienen del derretimiento de glaciares en la región. Las algas marinas prosperan en aguas frías y ricas en nutrientes, pero en muchos lugares del mundo sufren los efectos del calentamiento global” cuenta Maia.
Los bosques de algas marinas son “guardianes silenciosos que rodean las costas de todo el mundo.” Estos guardianes purifican el agua, regulan los niveles de pH, capturan carbono, liberan oxígeno y reducen la erosión costera; y al ser uno de los ecosistemas con mayor biodiversidad del océano, también albergan miles de especies marinas. Pero estos bosques oceánicos todavía son poco conocidos y están en grave peligro.
No sólo colaboran a mitigar el cambio climático sino que además son víctimas de sus efectos, según explican desde el equipo de conservación de la Fundación, que está integrado por profesionales de las ciencias biológicas. Sin embargo, existe una amenaza aún mayor debido a la acción humana. Se trata de la deforestación submarina.
“La principal amenaza es la extracción directa. La deforestación de los bosques marinos y la falta de información y conocimiento sobre la importancia de estos bosques hace que la posibilidad de que desaparezcan sea latente”, afirma Maia y menciona el caso de Chile, en donde la extracción no regulada de algas para la industria del alginato ha provocado enormes pérdidas de este ecosistema, que se ha sobreexplotado hasta puntos de no retorno.
Al respecto, conversamos con Felipe Paredes Vargas, director de hábitat de la ong Océana en Chile, biólogo marino y ecólogo, con más de 20 años de experiencia en investigación científica y políticas públicas de conservación marina. “Nos preocupa mucho la explotación de estos recursos, básicamente porque son bosques” explica. “Son el hábitat de otras especies. Si hacemos la analogía con un bosque terrestre sería como talar los árboles. Si vos sacás los árboles de un bosque, no solamente sacás la madera, sino también el hábitat de aves, mamíferos y otras especies. Es decir, no sólo cortás el árbol, sino que cortás el hábitat, y lo mismo pasa en el mar.
Nosotros hemos visto que en los discos de fijación de la lessonia (un tipo de alga marina) está lleno de semillas, de erizos, de caracoles, esponjas, de nudibranquios… y en las frondas hay peces, hay cangrejos, camarones, entonces con la extracción, el impacto ecosistémico es brutal. Y la escala de la extracción de las algas es tremenda”.
En Argentina, sin embargo, la situación es diferente, pero a falta de una regulación adecuada la amenaza de la deforestación submarina, que ya sucede en el país vecino, se encuentra a la vuelta de la esquina. “Lo cierto es que es necesaria una mayor protección de estos bosques de algas antes de que sea demasiado tarde” dice Maia Gutiérrez, y agrega, “se trata de un ecosistema que tiene una gran capacidad de absorción de carbono, se cree que incluso más que las selvas tropicales y además producen oxígeno. En el actual contexto de cambio climático, deforestarlos es como pinchar tu propio salvavidas en medio de un naufragio”.
Desde la Fundación (Por el Mar), nos cuenta, están trabajando para garantizar la protección de los bosques marinos de la Patagonia: “Nuestro equipo científico explora e investiga el ecosistema que se extiende a lo largo de las costas de Santa Cruz y Tierra del Fuego para entender cuáles son las mejores estrategias de conservación a nivel local y regional. Pero también trabajamos junto a las comunidades y líderes locales, difundiendo información para dar a conocer estos bosques e impulsando proyectos que nos permitan protegerlos a largo plazo”.
A 32 años de la declaración de esta fecha, que nos insta a tomar consciencia, y con el cambio climático dejando su huella en cada rincón del planeta, es fundamental continuar impulsando y apoyando desde cada sector de la sociedad, más iniciativas de conservación cómo la creación de áreas protegidas o la regulación de industrias que hacen peligrar el equilibrio ecológico local y global. Argentina es hogar de ecosistemas de importancia mundial, y el mar patagónico es un ejemplo de ello. El tiempo no se detiene. Sólo comprendiendo que el clima y la naturaleza son pilares de los que depende la vida en la tierra, podremos organizar las prioridades y atender la urgencia antes de que sea tarde. Fuente: Prensa de la fundación de conservación marina Por el Mar (PEM).
Fuente: El Sureño
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