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En
2012 el hielo que cubre el océano Ártico llegó al nivel más bajo desde el
registrado en 2007. El enfoque mediático relata cómo el calentamiento global
derrite el hielo que es hábitat de los osos polares y reduce la capacidad del
área para reflejar los rayos solares. Lo que equivale a desconectar un ducto del
sistema de aire acondicionado central de la Tierra.
Sin
embargo, no se ha puesto la atención necesaria en lo que el océano Ártico
significa para el ecosistema vecino más cercano: la tundra
ártica.
Más
allá de las típicas imágenes de los icebergs y los osos polares, dudo que mucha
gente se imagine el vasto tapiz de exuberantes plantas verdes, el sonido de los
pájaros, todo lo que es representativo del verano en la tundra. Con los rápidos
cambios del clima y el derretimiento de una gran extensión de hielo, la tundra
se transformará significativamente, y esto afectará al resto del planeta. Es
tiempo de empezar a conocer y atender a la tundra, y aquí está la
razón.
El
ecosistema es enorme, cubre más del 15% de la superficie de la Tierra que es
igual a la mezcla de los 50 estados que integran Estados Unidos.
Actualmente, guarda una sustancial porción del carbono de la Tierra en sus
suelos permanentemente congelados, lo contiene de manera que no pueda contribuir
a la gigante masa de gases invernadero.
Sin
embargo, de la misma manera en que otros bancos de agua han prevenido que
ciudades costeras como San Francisco vivan inviernos extremadamente fríos y
veranos extremadamente calientes, las condiciones marítimas en el Océano Ártico
actúan sobre los patrones del agua cerca de la tundra
cercana.
Menos
hielo oceánico se asocia con las características de los veranos más calientes o
más secos. Tener un clima más templado causará que los suelos se calienten y se
deshielen a mayor profundidad, liberando hacia la atmósfera el carbono que ha
estado guardado por mucho tiempo, en forma de dióxido de carbono y metano, los
cuales son potentes gases invernadero.
El
récord anterior de baja cobertura de hielo en el Océano Ártico ocurrió en el
2007; el caliente y seco verano que acompañó a la tundra de Alaska es recordado
por el incendio más grande y severo que haya sucedido en la tundra al norte del
estado en su historia. El fuego cubrió casi el 10% del territorio, un poco más
grande que la ciudad de Manhattan y el desastre duró dos meses y
medio.
Aunque
las tormentas eléctricas son comunes en la tundra, el paisaje generalmente es
húmedo por lo que es raro que se incendie y si llega a suceder, el fuego no se
esparcen mucho, ni quema muy profundo o permanece por mucho tiempo. Pero la
tundra sufrió una sequía en 2007 y los vientos avivaban y alimentaban el
fuego.
Durante
este evento único, la combustión inmediata de pantas y suelos, además del
deshielo de la superficie congelada, inyectó una enorme cantidad de carbono a la
atmósfera, una porción equivalente a lo que todo el bioma de la tundra absorbe
de la atmósfera a través del crecimiento de las plantas cada
año.
La
reducción del hielo oceánico no está limitada a aumentar las concentraciones de
gases invernadero. Un clima más caliente en la tundra desatará una cascada de
cambios que incluyen la elevación de su vegetación con plantas más altas y
leñosas. Lo que mis colegas y yo descubrimos es que ese cambio de vegetación en
la tundra de Alaska tiene implicaciones tanto buenas como malas para los
animales que dependen de ella para su alimento y cobijo.
Cada
primavera las especies de aves cantadoras migran a la tundra ártica de todas
partes del mundo para reproducirse. Algunas anidan en superficies de vegetación
alta y se benefician con el follaje, pero aquellas que anidan en una vegetación
baja pueden no adaptarse. Lo que probablemente ayuda a todas las especies es que
la espesura elevada guarda más insectos para comer.
Aún
no sabemos qué animales aprovecharán los cambios, y cuales los sufrirán, pero
debido a que cada uno juega un papel ecológico específico en la tundra, la caída
de una especie o la proliferación de otra podría tener un efecto dominó que
interrumpa la delicada red alimenticia del ecosistema.
Y en
caso de que pienses que lo que pasa en la tundra se queda en la tundra,
considera que muchos de los gorriones, petirrojos, y currucas que visitan
nuestros patios en invierno, otoño y primavera, pasan su temporada de
reproducción en la tundra, entonces, les afectará lo que suceda ahí, reduciendo
el número de los que llegan a tu comedero de pájaros en el futuro que a su vez,
provocará un efecto dominó en la localidad.
El
Ártico responde al cambio climático antes y más intensamente que el resto del
planeta, por lo mismo deberíamos pensar que es una advertencia temprana sobre
sus efectos en un ecosistema. Si pusiéramos más atención a los cambios de la
tundra podríamos aprender algunas lecciones prácticas acerca de qué esperar y
poder disminuir las consecuencias o al menos planear cómo lidiar con ellas (Con
la información de CNN
México).
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