La actividad humana está ocasionando un deterioro a escala global de las tierras del planeta. Es la alerta que lanzan los expertos que han elaborado la primera evaluación sobre el estado de los suelos en el mundo: campos, pastizales, humedales o bosques. Un solo ejemplo: el 54% de los humedales se han perdido desde el inicio del siglo XX.
La degradación de la tierra causada por las actividades humanas está socavando el bienestar de dos quintas partes de la humanidad, erosiona la biodiversidad, agrava el calentamiento y actúa como motor de las migraciones humanas. Así lo recoge el informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de Ecosistemas (IPBES). Formada por más de 100 expertos, este equipo ha recopilado durante tres años toda la información al respecto, a instancias de la ONU.
La degradación de las tierras se debe en gran medida a la rápida expansión agrícola y al manejo insostenible de las tierras de cultivo y el pastoreo. Sus efectos son la pérdida de biodiversidad y el daño en los servicios que prestan los ecosistemas (alimentos, agua, energía…) de los que dependen las personas. Las tierras de cultivo y pastoreo ahora cubren más de un tercio de la superficie terrestre.
La degradación de los suelos –dicen los autores del informe– se manifiesta de muchas maneras: abandono de esas tierras, disminución de las poblaciones de especies silvestres, pérdida de tierras fértiles, degradación de pastizales y de agua dulce, o deforestación.
Se estima que menos del 25% de la superficie terrestre de la Tierra ha escapado a estos impactos, pero para el 2050 esta proporción caerá al 10%. Se han dejado de explotar básicamente suelos no aptos: desiertos, montañas, tundra o territorios polares.
El informe alerta sobre el aumento del uso de fertilizantes y de productos químicos y un cambio hacia sistemas de ganadería industrializada, por lo que se espera que el uso de pesticidas y fertilizantes se duplique para 2050.
La primera evaluación global de las tierras propone soluciones para evitar las migraciones
Los factores que subyacen en esta degradación de la tierra son unos patrones y estilos de vida de alto consumo en los países con economías emergentes y desarrolladas en combinación con un crecimiento de la población. Pero hay otras claves: la explotación forestal, la extracción minera y petrolera o incluso la urbanización excesiva e incontrolada.
“La degradación de la superficie terrestre de la Tierra a través de las actividades humanas está empujando al planeta hacia una sexta extinción masiva de especies”, sostiene el profesor Robert Scholes (Sudáfrica), copresidente del panel, junto con el experto Luca Montanarella (Italia). Estos impactos negativos afectan al bienestar de al menos 3.200 millones de personas.
“Para evitar, reducir e invertir este problema, y restaurar la tierra degradada, es una prioridad urgente proteger la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas vitales para toda la vida en la Tierra y para garantizar el bienestar humano”, añade Montanarella. “Los humedales han resultado particularmente afectados. Hemos visto pérdidas del 87% en áreas de humedales desde el comienzo de la era moderna, con un 54% de pérdidas desde 1900”, dice
La degradación de la tierra contribuye a la desaparición de especies, pero a la vez está exacerbando el cambio climático; por dos razones: la deforestación y la reducción de la capacidad de almacenamiento de carbono en el suelo.
La deforestación contribuye con alrededor del 10% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero inducidas por los seres humanos. La degradación de la tierra –entre el 2000 y el 2009– provocó la emisión de hasta 4.400 millones de toneladas de CO2. Por eso, es importante frenar la degradación de los suelos; ayudan a la absorción y al almacenamiento del carbono. “En las próximas tres décadas a partir de ahora, se estima que 4.000 millones de personas vivirán en las tierras secas”, dijo el profesor Scholes. Para entonces, la degradación de la tierra en combinación con problemas relacionados con el cambio climático obligarán a migrar a entre 50 y 700 millones de personas.
La disminución de la productividad de la tierra también hace que las sociedades sean más vulnerable a la inestabilidad social, especialmente en las zonas secas. Los años con precipitaciones extraordinariamente bajas se han asociado con un aumento de hasta el 45% de los conflictos violentos.
No obstante, los expertos ven factible frenar la expansión agrícola mediante aumentos en el rendimiento de las tierras de cultivo existentes o a través de técnicas que degraden menos la tierra. Se trata en suma de optar por un modelo que haga un mayor uso de las plantas para alimentación humana y menos de aquellas destinadas para fabricar proteína animal. Otra prioridad es reducir los desperdicios de alimentos.
FUENTE: La Vanguardia , 28 / 03 / 2018
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