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viernes, 30 de marzo de 2018

LOS TESOROS NATURALES Y CULTURALES DEL PLANETA, VULNERABLES AL CAMBIO CLIMÁTICO

Los tesoros del planeta, vulnerables al cambio climático
Las olas cercan los moáis en Isla de Pascua (by Chakarin Wattanamongkol / Getty)


El cambio climático se está convirtiendo en un riesgo para la preservación de los tesoros culturales y naturales del planeta. El calentamiento probablemente va a exacerbar los peligros que sufren los sitios catalogados como patrimonio mundial por la Unesco y, a la vez, ocasionará “impactos directos” propios atribuible a este fenómeno. Así lo sostiene el informe de la ONU El patrimonio mundial y el turismo en un clima cambiante.

Hiperfrecuentación, urbanización, polución o la falta de planificación han condicionado la conservación de los sitios de interés. Ahora, la alerta se extiende a la subida del nivel del mar, las altas temperaturas o la mayor frecuencia de sucesos meteorológicos extremos (tormentas o las sequías). Todo ello puede hacer “cambiar rápida y permanentemente o degradar las cualidades que han hecho de los sitios del patrimonio mundial destinos turísticos populares”, se dice. El temor es que esta degradación global les haga perder atractivo.

El turismo está en crecimiento, aporta el 9% del PIB mundial y provee 1 de cada 11 empleos, esgrime el informe. El estudio documenta el impacto climático en sitios singulares como Venecia, Stonehenge (Gran Bretaña), las islas Galápagos (Ecuador), la ciudad portuaria de Cartagena de Indias (Colombia) o el parque nacional de Shiretoko, en Japón.

Las nuevas condiciones climáticas son un reto para el turismo costero en la región del Caribe y una espada de Damocles para la conservación en zonas donde avanza el desierto (como el refugio de Uadi Run, en Jordania) mientras las dunas y arenas están inundando calles y patios repletos de viejos libros y manuscritos en el casco histórico medieval (ksur) de Chinguetti (Mauritania). También son una dificultad añadida para la conservación de los gorilas en el parque nacional Bwuindi de Uganda, del lago Malaui o de los últimos bosques relictos de cedro en el Líbano, fragmentados y sin espacio para poder cambiar de latitud.

Al menos el 70% de los corales del mundo sufrirán una degradación a largo plazo para el 2030. Garantizar un aceptable nivel de conservación de estas joyas requiere limitar el incremento de temperaturas a un máximo de 1,5ºC respecto a las de la época preindustrial, como se fijó en el acuerdo de París

Yacimientos neolíticos en peligro en Escocia
(Keenpress / Getty)

Orkney (islas Orcadas, al norte de Escocia) fue hace unos 5.000 años un importante centro de actividad marítima y comercial. Al igual que muchos otros enclaves neolíticos, su vida se desarrollaba cerca de la costa. Ahora, su restos arqueológicos están siendo lamidos por las olas.
“La subida del nivel del mar, el incremento de la frecuencia y la intensidad de las tormentas y la erosión costera son las mayores amenazas para el patrimonio costero en toda Gran Bretaña”, señala el estudio de la Unesco. De los 11.500 sitios de valor histórico supervisados entre 1996 y el 2011 en Escocia, un tercio requiere acciones de protección.

Skara Brae (en la foto), un asentamiento neolítico situado en la bahía de Skaill (en la mayor de las Orcadas), sufre el mismo problema. El lugar, que debió de estar habitado entre el 3100 y el 2500 a.C., fue descubierto en 1850 cuando una tormenta levantó la arena y dejó al descubierto un grupo de casas de piedra escondidas y bien conservadas (con mobiliario, asientos, estanterías...). Por su importancia la Unesco lo declaró patrimonio de la humanidad. El primer muro de protección, levantado en 1925, tiene que ser continuamente mejorado para resguardar la zona.

En Escocia se ha documentado un significativo aumento de las lluvias torrenciales desde 1961 –y especialmente en los años noventa–, con alta frecuencia de tormentas. Y los climatólogos pronostican un incremento de la velocidad y la virulencia de los vientos, mientras que las marejadas pueden hacerse más asiduas

Las olas cercan los moáis en Isla de Pascua
Las Moái, las legendarias estatuas gigantes de la Isla de Pascua
Las Moái, las legendarias estatuas gigantes de la Isla de Pascua (Oriol / Mivueltalmundo.com)

La isla de Pascua (en el Pacífico Sur, a 3.500 kilómetros de Chile) es famosa por sus estatuas monolíticas (moáis) talladas sobre plataformas de basalto (ahu) levantadas entre los años 1250 y 1500. El problema es que tanto los moáis como los ahu están situados en la costa, donde la erosión marina ha causado graves impactos sobre algunos yacimientos arqueológicos de la isla. En algunas zonas, las olas han roto plataformas (ahu) que contienen restos antiguos, como puntas de lanza de obsidiana, pedazos de huesos o parte de las estatuas que han hecho famosa la isla. Muchas estatuas (moáis) y casi todas las plataformas (ahu) sirven como tumbas.

Ante la prevista subida del nivel del mar, el temor de los expertos es que las olas y las tormentas avancen aún más hacia las estatuas. La economía de la isla (5.000 habitantes) depende de los 100.000 turistas anuales (datos del 2017) que la visitan atraídos por sus inquietantes figuras (y dejan unos 57 millones de euros anuales). El informe de la Unesco señala que con el cambio climático, se espera que las grandes alturas de las olas y el aumento de la energía de estas harán que se agraven los daños en las plataformas sobre las que se asientan las estatuas, por lo que estas podrían ser derribadas. Algunos lugares (Tongariki, Anakena y Akahanga) ya se han visto perjudicados por las olas. Y en Runga Va’e se ha construido un muro protector; pero no se sabe si podrá contener el avance del mar o si será necesario mover las estatuas para salvarlas.

Un 30% de los glaciares de Perú, derretidos
Parque Nacional Huascarán
Parque Nacional Huascarán (Westend61 / Getty)

El parque nacional Huascarán es un destino valorado para los amantes de las aves y de lagos de color turquesa de la cordillera Blanca, en los Andes de Perú. Sin embargo, el cambio climático está dejando huella. Desde la década de 1930, un 30% de la superficie de los glaciares de la cordillera se ha derretido. Y en los últimos 30 años (desde que se hicieron los primeros inventarios) 151 pequeños glaciares (de menos de 1 km2 han desaparecido.
Mientras se desintegran las grandes masas heladas, las temperaturas han subido 0,39˚C por década entre 1951 y 1999.

La retirada de los glaciares ha hecho crecer la preocupación sobre la disponibilidad de agua en las comunidades locales, que se han hecho vulnerables a la disminución de estos recursos hídricos. El derretimiento de los hielos deja desnudas las rocas, ricas en metales pesados (plomo, arsénico o cadmio), con lo que las escorrentías transportan metales tóxicos que afectan a la calidad de las aguas. A ello se une un mayor riesgo de avalanchas o inundaciones.

El glaciar Pastoruri, una de las principales atracciones del parque, perdió el 40% de la superficie entre 1995 y el 2005; y si la tendencia continúa, desaparecerán muy pronto. Tras haberse constatado un descenso de un tercio en el turismo en el distrito de Cátac, el Ministerio de Turismo trabaja en la creación de la Ruta del Cambio Climático, para proporcionar a los visitantes información sobre el declive de los glaciares e interesarles sobre los efectos del calentamiento.

El huracán que atacó la estatua de la Libertad
La estatua de la Libertad, Nueva York
La estatua de la Libertad, Nueva York (Chaiwat Chantananukul / Getty)

La famosa estatua de la Libertad, uno de los más potentes símbolos de los derechos democráticos, no es tan invulnerable como podría parecer. El monumento diseñado por el escultor Frédéric Bartholdi en colaboración con el ingeniero Gustave Eiffel (y entregado por Francia en 1876 como regalo conmemorativo del centenario de Estados Unidos), sufrió en octubre del 2012 los embates del huracán Sandy. Y hoy es considerado un monumento en riesgo por la subida del nivel del mar, la creciente intensidad de las tormentas y las marejadas.

En el 2012, Sandy inundó el 75% de la isla de la Libertad; y aunque la estatua y el pedestal no fueron dañados o inundados, importantes desperfectos fueron causados en las instalaciones y las infraes­tructuras. El coste total de los daños en la isla Ellis superó los 62 millones de dólares de ­dólares.

La marejada destruyó los sistemas eléctricos de calefacción y refrigeración que abastecen los edificios habitados de la isla, así como otros servicios (agua, alcantarillado…), y hubo que realojar temporalmente un millón de objetos del Museo de Inmigración de la isla de Ellis.
Sandy fue un huracán sin precedentes, y abarcó un área de 1.600 km de ancho, tres veces el tamaño del Katrina, que devastó Nueva Orleans en el 2005. El nivel de las aguas al sur de la isla de Manhattan alcanzo los 4,3 metros (récord en 50 años), y las olas llegaron a tener 9,91 metros en el puerto de Nueva York durante la tormenta.

Los impactos de la supertormenta se vieron exacerbados por la subida local del nivel del mar de más 0,5 metros con relación a la media de los registrados iniciado el decenio de 1850. Ahora sabemos que la amplificación de la subida del nivel del mar hará que tormentas con más baja intensidad causen marejadas más dañinas.

Y todo esto, en un escenario en que se espera un aumento de temperaturas en el Atlántico Norte que hará crecer la intensificación de los huracanes.
Las reparaciones de la isla obligaron a reemplazar 84 metros de muelle (que requirieron nuevos pavimentos, barandillas y demás), y ante futuras tormentas, los sistemas eléctricos se colocaron a más de seis metros del nivel del mar tanto en la estatua como en la isla.

Aguas más calientes alteran las Galápagos
Islas Galápagos
Islas Galápagos (Tui De Roy/ Minden Pictures / Getty)

Las islas Galápagos, que brindaron a Charles Darwin inspiración en 1835 para elaborar su teoría de la evolución y la selección natural, han tenido las últimas décadas como principales amenazas para su biodiversidad el turismo, la introducción de especies invasores o la pesca ilegal. Pero ahora “el cambio climático está teniendo un impacto y representa una nueva amenaza que exacerbará algunos de estos problemas”, dice el informe.

La preocupación climática se centra en el calentamiento del mar o los cambios en el régimen de lluvias, los sucesos meteorológicos extremos. En este sentido, el informe alerta del riesgo de un alteración del fenómeno del Niño (calentamiento de las aguas desde el Pacífico oriental, que se da con una periodicidad de 2 a 7 años) con incidencia sobre la cadena alimentaria.

El calentamiento de las aguas reduce el afloramiento de nutrientes característico de las aguas frías alrededor de las Galápagos, lo que reduce la disponibilidad de fitoplancton (del que se alimenten peces e invertebrados) y de las algas (de las que dependen otras especies). Efectivamente, los intensos fenómenos del Niño registrados en las décadas de los ochenta y los noventa provocaron un declive de más del 90% de las poblaciones de iguana, del 75% de los pingüinos de Galápagos (respecto a la de la década de 1970) y del 50% de leones marinos. Los pingüinos dependen de la alta producción de aguas frías (como la anchoveta peruana o las sardinas del Pacífico).

FUENTE: La Vanguardia, 30 / 03 / 2018

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