Cortar un filete en el
plato puede parecer un acto intrascendente, pero el ciclo de la carne oculta un impacto
medioambiental que va desde la deforestación a la emisión de gases de efecto
invernadero y la degradación de los recursos hídricos.
La situación lejos de
mejorar se agravará según la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO), que estima que el consumo de carne se
duplicará a mediados de siglo.
Las emisiones de
gases de efecto invernadero producidas por el ganado a través de la cadena de
materias primas contribuye en un 9% a la emisión total de estos gases
(expresado como equivalente de CO2) y en un 37% del metano -producido por los
animales durante la digestión y la descomposición de las deyecciones-, según la
FAO (datos de diciembre de 2012).
En España, las
cabezas de ganado emiten a la atmósfera casi el 60% del metano, un gas con una
capacidad de efecto invernadero 23 veces superior a la del dióxido de carbono,
ha indicado Fernando Estellés, ingeniero agrónomo de la Universidad Politécnica
de Valencia.
Por ejemplo, una vaca
de leche en alta producción, "aunque son datos muy variables", se
puede estimar que produce al año unos 150 kilos de metano y un kilo de óxido
nitroso. En equivalente de CO2 serían unos 3.500 kilos de CO2.
En general, ha
añadido Estellés, la mejora de la calidad del forraje y la utilización de
mejores alimentos en la dieta de los animales es una forma efectiva de reducir
las emisiones de gases de efecto invernadero, vías en las que se está
trabajando.
Una vaca emite 120
kilos de metano al año, frente a los ocho de una oveja o el kilo y medio de un
cerdo (120 gramos en el caso del ser humano), ha explicado Agustín del Prado,
coordinador de la Red Científica de Mitigación de Emisiones de Gases de Efecto
Invernadero en el Sector Agroforestal (Remedia) e investigador del Centro Vasco
para el Cambio Climático (BC3).
Del Prado ha matizado
que existen muchos tipos de ganadería, como las extensivas en prados que pueden
ayudar al secuestro de carbono y se pregunta qué ocurriría en un mundo sin
rumiantes. También hay que tener en cuenta -ha añadido el científico- el efecto
de la ganadería tradicional en las comunidades rurales, en el mantenimiento de
la biodiversidad, tradiciones o el freno de la erosión.
La responsable de
Agricultura y Alimentación de Amigos de la Tierra, Blanca Ruibal, ha opinado
que la emisión de metano por parte de la cabaña ganadera es lo menos relevante
del problema, ya que el mayor impacto se debe al cultivo de piensos y forraje,
transporte de las reses y distribución.
Monocultivos como la
soja y el maíz obligan a arrasar grandes extensiones de valiosos ecosistemas, y
España se ha convertido en un gran importador de pienso para ganado, sobre todo
soja procedente de Brasil, Argentina y EE.UU., ha explicado.
"La exportación
de soja a miles de kilómetros hasta granjas españolas no tiene sentido y que
España exporte cada día tantos cerdos como importa tampoco", ha recalcado.
De acuerdo con los datos de Amigos de la Tierra, la producción solo de soja
aumentará en cinco millones de hectáreas para 2020, llegando a las 27 millones
de hectáreas (la superficie de Nueva Zelanda).
Un estudio del
Ministerio de Medio Ambiente revela que un 25% de los españoles consume carne
casi todos los días; un 64% lo hace entre dos y tres veces a la semana; un 9%
una vez a la semana y el resto una vez entre quince y treinta días.
Y el Panel de Consumo
Alimentario de 2012 ha detectado un ligero aumento del consumo de carne en los
hogares españoles. Sobre todo sube el pavo (22,7%) y el pollo (2%), y desciende
el vacuno, cerdo, ovino, caprino y conejo.
Según el investigador
Luis Lassaletta, que desarrolla su labor en el Centro Nacional de Investigación
Científica de Francia, desde los años 60 la proporción de la proteína animal en
la dieta de los españoles ha crecido desde un 33% (la proporción de una dieta
mediterránea) a un 65% en la actualidad, un porcentaje equiparable al de EE.UU.
o Francia.
Precisamente, la baja
eficiencia de transformación de proteína vegetal en los animales implica la
necesidad de una gran cantidad de pienso para atender este elevado
consumo.Rajendrat Pachauri, Nobel de la Paz y ex presidente del Grupo
Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, la organización más relevante del
mundo en este ámbito), defiende dejar de comer carne un día a la semana para
luchar contra este fenómeno.
Paul MacCartney lanzó
en 2009 una campaña con el mismo mensaje.Y están surgiendo movimientos como la
llamada dieta demiteriana, que consiste en reducir a la mitad el consumo de
carne. Quizá atender las recomendaciones de los médicos para rebajar la
proteína animal en la dieta también tenga un efecto no buscado: el cuidado del
planeta.
FUENTE: La Vanguardia.com, 9/ 07/ 2013
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