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martes, 9 de julio de 2013

EL CICLO DE PRODUCCIÓN DE CARNE BOVINA GENERA UN ALTO IMPACTO AMBIENTAL.


Cortar un filete, un acto no tan inocente para el planeta

Cortar un filete en el plato puede parecer un acto intrascendente, pero el ciclo de la carne oculta un impacto medioambiental que va desde la deforestación a la emisión de gases de efecto invernadero y la degradación de los recursos hídricos.

La situación lejos de mejorar se agravará según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que estima que el consumo de carne se duplicará a mediados de siglo.

Las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el ganado a través de la cadena de materias primas contribuye en un 9% a la emisión total de estos gases (expresado como equivalente de CO2) y en un 37% del metano -producido por los animales durante la digestión y la descomposición de las deyecciones-, según la FAO (datos de diciembre de 2012).

En España, las cabezas de ganado emiten a la atmósfera casi el 60% del metano, un gas con una capacidad de efecto invernadero 23 veces superior a la del dióxido de carbono, ha indicado Fernando Estellés, ingeniero agrónomo de la Universidad Politécnica de Valencia.

Por ejemplo, una vaca de leche en alta producción, "aunque son datos muy variables", se puede estimar que produce al año unos 150 kilos de metano y un kilo de óxido nitroso. En equivalente de CO2 serían unos 3.500 kilos de CO2.

En general, ha añadido Estellés, la mejora de la calidad del forraje y la utilización de mejores alimentos en la dieta de los animales es una forma efectiva de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, vías en las que se está trabajando.

Una vaca emite 120 kilos de metano al año, frente a los ocho de una oveja o el kilo y medio de un cerdo (120 gramos en el caso del ser humano), ha explicado Agustín del Prado, coordinador de la Red Científica de Mitigación de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero en el Sector Agroforestal (Remedia) e investigador del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3).

Del Prado ha matizado que existen muchos tipos de ganadería, como las extensivas en prados que pueden ayudar al secuestro de carbono y se pregunta qué ocurriría en un mundo sin rumiantes. También hay que tener en cuenta -ha añadido el científico- el efecto de la ganadería tradicional en las comunidades rurales, en el mantenimiento de la biodiversidad, tradiciones o el freno de la erosión.

La responsable de Agricultura y Alimentación de Amigos de la Tierra, Blanca Ruibal, ha opinado que la emisión de metano por parte de la cabaña ganadera es lo menos relevante del problema, ya que el mayor impacto se debe al cultivo de piensos y forraje, transporte de las reses y distribución.

Monocultivos como la soja y el maíz obligan a arrasar grandes extensiones de valiosos ecosistemas, y España se ha convertido en un gran importador de pienso para ganado, sobre todo soja procedente de Brasil, Argentina y EE.UU., ha explicado.
"La exportación de soja a miles de kilómetros hasta granjas españolas no tiene sentido y que España exporte cada día tantos cerdos como importa tampoco", ha recalcado. De acuerdo con los datos de Amigos de la Tierra, la producción solo de soja aumentará en cinco millones de hectáreas para 2020, llegando a las 27 millones de hectáreas (la superficie de Nueva Zelanda).

Un estudio del Ministerio de Medio Ambiente revela que un 25% de los españoles consume carne casi todos los días; un 64% lo hace entre dos y tres veces a la semana; un 9% una vez a la semana y el resto una vez entre quince y treinta días.

Y el Panel de Consumo Alimentario de 2012 ha detectado un ligero aumento del consumo de carne en los hogares españoles. Sobre todo sube el pavo (22,7%) y el pollo (2%), y desciende el vacuno, cerdo, ovino, caprino y conejo.

Según el investigador Luis Lassaletta, que desarrolla su labor en el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, desde los años 60 la proporción de la proteína animal en la dieta de los españoles ha crecido desde un 33% (la proporción de una dieta mediterránea) a un 65% en la actualidad, un porcentaje equiparable al de EE.UU. o Francia.

Precisamente, la baja eficiencia de transformación de proteína vegetal en los animales implica la necesidad de una gran cantidad de pienso para atender este elevado consumo.Rajendrat Pachauri, Nobel de la Paz y ex presidente del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, la organización más relevante del mundo en este ámbito), defiende dejar de comer carne un día a la semana para luchar contra este fenómeno.


Paul MacCartney lanzó en 2009 una campaña con el mismo mensaje.Y están surgiendo movimientos como la llamada dieta demiteriana, que consiste en reducir a la mitad el consumo de carne. Quizá atender las recomendaciones de los médicos para rebajar la proteína animal en la dieta también tenga un efecto no buscado: el cuidado del planeta. 


FUENTE: La Vanguardia.com, 9/ 07/ 2013

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