El 2023 va camino de
convertirse en el año más caluroso desde que se tienen registros. Las emisiones
de gases de efecto invernadero siguen aumentando y actualmente se encuentran en
niveles récord. Además, este año hemos sufrido fenómenos meteorológicos extremos
en todo el planeta: olas de calor, tanto en la superficie terrestre como en el
mar, incendios devastadores, sequías e inundaciones. El caos climático del que
los científicos llevan años advirtiendo ya está aquí.
Sin embargo,
tenemos la posibilidad de corregir esta situación. Esta década es crucial para
tomar las medidas necesarias que permitan estabilizar nuestro clima y construir
sociedades prósperas y resilientes.
El sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) muestra que todavía
tenemos un estrecho margen para lograrlo y señala las medidas que es necesario
adoptar y las decisiones que podemos tomar. La 28.ª Conferencia de las Partes
en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP
28), que comenzará a finales de noviembre, debe ser el punto que marque el
comienzo de un cambio de rumbo.
El primer balance mundial nos indica en qué áreas no
estamos avanzando lo suficiente para limitar el calentamiento global a los 1,5
ºC y cumplir los demás objetivos que establece el Acuerdo
de París.
Solo puede haber
una respuesta a este diagnóstico alarmante: una ambición renovada y una acción
acelerada en materia climática que trace una línea de actuación hasta 2030 para
limitar el calentamiento global a 1,5 ºC.
La Cumbre sobre
la Ambición Climática, convocada por el Secretario General, es un momento
crítico para prepararse de cara a una COP que genere resultados sólidos y
concretos. Tenemos que hacer más, más rápidamente. La agenda del Secretario
General nos indica el camino.
Una ambición
renovada supone una serie de compromisos, basados en objetivos e hitos
específicos y concretos, que conducirán a una transición social y económica sin
precedentes para mantener vivo el objetivo de 1,5 ºC, incluso si en los
próximos cinco años sobrepasamos temporalmente ese límite. Debemos acelerar la
acción llevando a cabo estos compromisos orientados a soluciones de forma más
rápida y creíble, de forma que se movilice al conjunto de agentes económicos y
sectores de la sociedad en beneficio de todos. No debe haber vacilaciones sobre
el rumbo que debe seguirse para cumplir este objetivo: la mitad de la humanidad
vive en zonas vulnerables al cambio climático.
Veamos detenidamente
cómo se va a conseguir:
En primer lugar,
es necesario doblar la curva de las emisiones. El IPCC muestra que la senda
para limitar el calentamiento global a 1,5 ºC requiere que las emisiones se
reduzcan un 43 por ciento desde los niveles de 2019 hasta 2030, así como
alcanzar las cero emisiones netas a mediados de este siglo.
Por tanto, es
necesario que las partes en la Convención eleven su ambición en materia de
reducir de emisiones. Las contribuciones determinadas a nivel nacional deben ir
más allá de las anteriores, comprender los recortes absolutos de las emisiones
y abarcar todos los sectores de la economía. También deben incluir objetivos
actualizados de cero emisiones netas.
Un elemento
fundamental de los recortes de emisiones serán las transiciones energéticas:
eliminar el carbón en 2040 (o 2030, en el caso de los países industrializados)
y la reducción progresiva del petróleo y el gas de acuerdo con un objetivo de
cero emisiones netas para mediados de siglo. Las renovables ya constituyen la
forma de energía más económica en gran parte del mundo. Su utilización masiva
dará un impulso a la transición energética y ayudará a abandonar los
combustibles fósiles de una forma justa y equitativa.
En algunos
países, el objetivo de cero emisiones netas se está politizando. Sin embargo,
no se trata de un eslogan político: resume la dura realidad de que si queremos
que las temperaturas no suban más, es necesario dejar de emitir gases de efecto
invernadero. Eso significa descarbonizar los sectores económicos en la medida
de lo posible. En aquellos casos en que las emisiones continúen, debemos
anularlas mediante su retirada, de manera que se cumpla el objetivo de cero
emisiones netas. Mantener la meta de 1,5 ºC significa lograr las cero emisiones
netas: es un hecho.
Para ser
verdaderamente eficaz, la acción climática ha de ser creíble. Todos deben
participar en ella: las ciudades, las regiones, las empresas y los hogares.
Además, debe articularse en torno a objetivos específicos.
No obstante, ya
estamos sufriendo los efectos del cambio climático, por lo que una ambición
renovada y una ejecución acelerada también significan redoblar los esfuerzos y
actuar con mayor rapidez en materia de adaptación a fin de crear sociedades
resilientes al clima. La adaptación es fundamental para enfrentarse a los
cambios que ya se están produciendo o que se prevén en el futuro.
Desde invertir en
infraestructura resiliente al clima y adecuar nuestros cultivos, hasta
desarrollar sistemas de alerta temprana para fenómenos climatológicos extremos,
la adaptación es una parte de la acción climática tan importante como el
recorte de las emisiones.
La acción
climática debe brindar resultados a todos y proporcionar beneficios
demostrables y a largo plazo para toda la sociedad, incluso cuando haya retos y
sacrificios a corto plazo.
Es necesario que
se produzca una transición justa hacia un clima estable que proteja a los más
vulnerables y garantice que nadie se quede atrás. Debemos recordar que los que
más están sufriendo ahora, los más vulnerables, son los que menos han
contribuido a la crisis climática.
Esta
transformación requiere movilizar fondos de forma masiva, pero viable. Para
ello se deben cumplir los compromisos de financiación climática ya contraídos,
como los 100.000 millones dólares que deben aportar los países
industrializados. Debemos aprovechar la decisión histórica adoptada en la COP
27 y garantizar que se cumple el acuerdo sobre pérdidas y daños. También es
necesario crear una infraestructura financiera mundial adecuada que canalice la
inversión hacia la energía renovable y la vida sostenible, en lugar de
subvencionar los combustibles fósiles, que oriente a los bancos de desarrollo
hacia la acción climática y que incentive el capital privado para invertir en
iniciativas que respeten el clima en todo el mundo. Esta transformación de la
agenda financiera es lo que permitirá un cambio de rumbo en lo que al clima se
refiere.
En las semanas
que restan hasta la inauguración de la COP 28, aprovechemos todas las
oportunidades para que la acción climática ambiciosa y acelerada tenga una
posición central en la agenda. Todos los gobiernos, todas las empresas y todas
las organizaciones de la sociedad civil deben dar a este objetivo la máxima
prioridad y subir el listón hasta un nivel al que los demás puedan
aspirar.
Cada una de las
partes de la Convención debe acudir a la COP 28, que se celebra en Dubái
(Emiratos Árabes Unidos) con la intención de resolver un problema mundial con
una mentalidad global. En vez de poner líneas rojas, es necesario que impulsen
unos resultados que cuenten con el respaldo de los demás. Se deben elaborar
propuestas ambiciosas que reciban el apoyo de otros grupos. En una palabra:
cooperación. La Secretaría de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
está preparada para desempeñar su papel de intermediario honesto para ayudar a
las partes a crear soluciones que beneficien a todos.
Sabemos lo que
debemos hacer. Ahora es necesario conseguir que exista la voluntad política
para llevarlo a cabo, tanto antes de la COP 28 en Dubái como en los próximos
años. La Cumbre sobre la Ambición Climática, convocada por el Secretario
General (20 de septiembre) es nuestra oportunidad de preparar la COP 28 para la
acción.
Fuente: Naciones
Unidas
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