La energía nuclear, producida en centrales nucleares, es una de las más controvertidas, porque para obtenerla se generan residuos radiactivos.
Se consigue a partir de los átomos de elementos químicos como el uranio. Hay dos maneras de obtenerla: mediante la fusión y la fisión nuclear, dos reacciones nucleares que producen mucha energía.
Con el calor que se obtiene, se genera vapor de agua, que mueve una turbina y genera electricidad. Pero este proceso deja residuos radiactivos de alta intensidad, que pueden desprender radiactividad durante centenares e incluso miles de años. No pueden ser reciclados y deben guardarse con de forma muy segura.
No solo las centrales nucleares producen residuos radiactivos. También hay instalaciones radiactivas con fines industriales, médicos, agrícolas o de investigación, que generan este tipo de deshechos, pero de baja o media intensidad. Estos tienen una vida radiactiva más corta, de unos 30 años.
Tratamiento de los residuos
En la década de los años 80, había muchos países que arrojaban los residuos al mar. Con la ayuda de las organizaciones ecologistas y sus campañas de denuncia, se prohibió esta práctica.
Desde entonces, se han habilitado centros para gestionar mejor estos deshechos. Pero organizaciones como Greenpeace señalan que la industria nuclear todavía no ha encontrado ninguna solución satisfactoria para su gestión.
Hay dos variables clave a la hora de clasificar los residuos nucleares: la actividad inicial, es decir, la cantidad de radiactividad que desprenderán estos residuos; y la vida o el periodo de semidesintegración, o sea, durante cuánto tiempo lo harán.
El tratamiento de los residuos nucleares es básico para garantizar la seguridad de su gestión. La cementación es una práctica habitual para los residuos de actividad baja o media. Consiste en enterrar los desechos sólidos húmedos (resinas, concentrados, lodos) bajo una capa de cemento. Así nacen los cementerios nucleares.
Accidentes en centrales nucleares
Es importante tratar la basura nuclear con la máxima seguridad porque la radiactividad es nociva para la salud de las personas y del medioambiente.
Cuando se produce un accidente en estas centrales, el desastre puede ser enorme. La radiactividad liberada en grandes cantidades es letal, y además puede provocar malformaciones y enfermedades en las personas que viven en la zona, a lo largo de varias generaciones.
Uno de los mayores accidentes fue el accidente de Chernóbil, el 26 de abril de 1986. Más recientemente, hubo otro grave incidente en la central nuclear de Fukushima, el 11 de marzo de 2011.
La gestión del futuro
Los partidarios de esta energía señalan que genera una baja emisión de gases de efecto invernadero, si se compara con los emitidos por el uso de otros combustibles fósiles.
En todo el mundo, alrededor del 10% del suministro de energía eléctrica proviene de la nuclear, según la Asociación Nuclear Mundial.
Si la energía nuclear que se consume en el mundo se hubiera sustituido por el gas, el menos contaminante de los combustibles fósiles, se calcula que se habrían liberado a la atmósfera unos 2.388 millones de toneladas de CO2 más, el equivalente a poner a circular 250 millones de coches por las carreteras.
Mientras, administraciones, empresas y ciudadanos siguen debatiendo sobre cuestiones como estas: ¿Merece la pena tener más residuos nucleares para reducir considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero? ¿El futuro de la sostenibilidad y del ecologismo son las energías renovables? Es un debate abierto que los dirigentes deben abordar para garantizar la sostenibilidad de nuestro futuro.
FUENTE: La Vanguardia, 13/05/2020
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