La crisis sanitaria del coronavirus y su relación con los desequilibrios ambientales han puesto de manifiesto la necesidad de invertir en políticas urbanísticas que preserven un medio saludable y han hecho visible la creciente demanda social de más naturaleza.
Nuevas demandas ciudadanas
Según el análisis de 10.000 encuestas realizadas por el Centro de Estudios Superiores Universitarios de Galicia (Cesuga) en una docena de países, la COVID-19 ha cambiado las preferencias de los ciudadanos, que valoran más los espacios exteriores -como jardín o terraza- en sus viviendas y vivir en una ciudad más verde, con amplias zonas peatonales y donde la proximidad facilite ir andando o en bicicleta al trabajo.
Un anhelo que ha germinado ahora, pero cuya semilla ya estaba puesta; Luciano Alfaya, arquitecto, profesor del Cesuga y director del proyecto Ciudades Emergentes, explica a Efe que "esta crisis ha precipitado escenarios que estaban en la mente de todos" y que las ciudades "tendrán que tomarse muy en serio que las condiciones residenciales van a ser en el futuro más importantes incluso que las laborales".
"La pandemia nos ha dado la oportunidad de ver cómo puede ser un mundo en el que nos desplacemos menos o comamos más sano", asegura Alfaya, y este estudio "constata que el mayor deseo de los españoles (60 %) es el de una ciudad más verde".
Un reto y una oportunidad
Por eso, para Lluís Comerón, presidente del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE), el futuro después de la COVID-19 "plantea un reto, pero a la vez una oportunidad de acelerar cambios necesarios, que en muchos casos ya estaban asumidos como objetivos preferentes para la arquitectura".
"Las ciudades acaban siendo un reflejo de las prioridades que tienen las sociedades y las moldean al mismo tiempo", subraya a Efe, y los arquitectos "en cierta manera actuamos como mediadores entre el usuario, la comunidad y el medio ambiente y entre las necesidades y deseos presentes".
Comerón cree que "en la medida en que el confinamiento nos ha permitido percibir mejor los espacios que habitamos y la importancia que tiene su calidad -o no- en nuestro bienestar personal, esta experiencia supondrá un cambio de prioridades y en consecuencia, los parámetros de diseño serán determinantes en la elección de vivienda, en la rehabilitación y, por supuesto, en la planificación y en la renovación urbanas".
En su opinión, "tener ciudades más verdes, sostenibles y resilientes es sinónimo de salud, bienestar, calidad de vida y futuro para la especie y para el planeta, pero es necesario ser conscientes de que no hablamos de otras ciudades y viviendas, sino de adecuar las nuestras a los retos urgentes".
Vivir de espaldas a la naturaleza
Para Beatriz Sánchez, responsable del programa de Biodiversidad Urbana de SEO/BirdLife, "esta crisis nos ha hecho conscientes de que nuestro estilo de vida, completamente de espaldas a la naturaleza, va en contra de nuestro bienestar, que la ciudad es mucho más saludable, habitable y amable sin contaminación, con menos coches y menos ruido".
"Vamos tan rápido que muchas veces damos por hecho que las cosas son como son y que no es posible cambiarlas", señala, y olvidamos que "en el ecosistema urbano habitan otros seres aparte de nosotros".
Beatriz Sánchez aboga por integrar la biodiversidad en el diseño y gestión de los entornos urbanos como un elemento transversal a tener en cuenta en todas las políticas y actuaciones municipales mediante planes de biodiversidad -como han hecho Vitoria, Santander, Barcelona, Zaragoza o Madrid- en que se plasmen los objetivos de conservación y se propongan acciones para alcanzarlos.
Pero para ello, "es necesario contar con una información ambiental básica, saber qué especies hay y cuáles podría haber", matiza.
En su opinión, "una de las cuestiones que ha evidenciado la crisis de la COVID-19 es que no podemos seguir viviendo de espaldas a la naturaleza, que unos ecosistemas sanos son más resilientes frente a amenazas como el cambio climático o las pandemias y los ecosistemas son más sanos cuanto más biodiversos".
Y en el caso de las ciudades, los espacios verdes ayudan a amortiguar la temperatura, purifican el aire y contribuyen a fijar el CO2 y corresponde a los ayuntamientos avanzar en este sentido.
FUENTE: Levante , 08/05/2020
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