Los gobiernos de todo el mundo se esfuerzan por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de los combustibles fósiles para evitar los peores efectos del cambio climático. A nivel internacional, los países se han comprometido con objetivos de reducción de emisiones como parte del Acuerdo de París de 2015, mientras que otras entidades -incluidas ciudades, estados y empresas- han asumido sus propios compromisos. Estos esfuerzos se centran generalmente en la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables, el aumento de la eficiencia energética y la electrificación de sectores como el transporte y los edificios.
Una alternativa son los biocombustibles, que existen desde hace más tiempo que los coches, pero la gasolina y el gasóleo baratos los han mantenido al margen durante mucho tiempo. Las subidas de los precios del petróleo, y ahora los esfuerzos mundiales para evitar los peores efectos del cambio climático, han espoleado con más urgencia la búsqueda de combustibles limpios y renovables.
Sin embargo, muchas fuentes de emisiones de carbono, como las centrales eléctricas existentes que funcionan con gas natural y carbón, ya están bloqueadas. Teniendo en cuenta que el mundo sigue dependiendo de los combustibles fósiles, muchos sostienen que, además de los esfuerzos encaminados a sustituirlos, también hay que aspirar el carbono del aire con tecnologías como la captura de carbono, en la que las emisiones se desvían al almacenamiento subterráneo o se reciclan antes de que lleguen a la atmósfera. Un puñado de proyectos a escala comercial en todo el mundo ya capturan el dióxido de carbono de las chimeneas de las centrales de combustibles fósiles, y aunque sus elevados costes han impedido que se adoptara a una escala más amplia, sus defensores esperan que los avances en la tecnología acaben haciéndola más asequible.
Fuente: National Geographic
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