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martes, 13 de febrero de 2024

Para frenar el cambio climático hay que pensar fuera de la caja


 

Las mejore soluciones pueden no ser las más sencillas

Además, aclara Williams, no deberíamos limitar nuestra imaginación a la pequeña escala. Hay que llevar la discusión más allá. Sólo así podremos revertir un sistema industrial que lleva 200 años acaparando cada aspecto del sistema económico y político. 

Teniendo esto en cuenta, las medidas que deberemos encarar no serán tan fáciles como uno quisiera. Pero para prevenir la catástrofe climática, dice Williams, mejor dejar la huella de carbono de las acciones singulares a un lado por un momento y enfocarse en los temas que cambian al sistema

Por ejemplo, votar por políticos que respalden la acción climática. Involucrarse con los representantes. Escribirle a las compañías a las que les damos nuestro dinero y presionarlas para que tengan metas ambientales más ambiciosas. Llevar tu activismo a tu lugar de trabajo, escuela, lugar de culto, gimnasio, banco, supermercado.

El tiempo es un bien preciado y escaso. Debemos poner la atención en esas acciones que harán la diferencia más grande

Hábitos, no acciones

Ahora sí, hablemos de las acciones personales. Aquellas que son la forma en la que vivimos nuestros valores y que son, en definitiva, las elecciones que moldean el cambio en nuestra comunidad. 

Williams propone dejar de hablar de “acciones”, que sugiere cosas que hacemos una sola vez. Y empezar a hablar de hábitos, palabra que resalta el enorme impacto acumulativo que tiene eso que repetimos a diario. 

En este sentido, el cambio de estilo de vida y el cambio del sistema no son excluyentes. Necesitamos de ambos. 

Elegir una opción vegana en un menú es una acción. Comer una dieta basada en plantas es un hábito. Considerando el consumo promedio del Reino Unido, al comer vegano durante dos años, se salva la vida de un cerdo, una oveja, 31 peces y 41 aves, además de toda la comida, agua y energía utilizada para su producción.

Ir en bicicleta al trabajo una vez es una acción. Convertirlo en un hábito genera diversos beneficios, como el ahorro de petróleo, dinero, contaminación del aire, emisiones de carbono y tráfico, todo de una vez.

Así, incorporando algunos hábitos ecológicos se fortalece la confianza para escalar a acciones más ambiciosas, que son las que ayudarán a reducir las emisiones de carbono de manera más significativa. 

No olvidemos que cómo gastamos nuestro dinero envía señales a las empresas. Tomar responsabilidad por nuestra huella de carbono muestra solidaridad con aquellos que sufren los efectos del cambio climático ahora y en el futuro. 

Algunos ejemplos para tener en mente son y planificar en el mediano plazo pueden ser dejar de usar coche, volar menos, renovar la casa, invertir en un vehículo eléctrico, calefacción sostenible o paneles solares.

Pensar en aquello que no podemos hacer 

a mayoría de las veces, lo que hace progresar a las metas está en aquello que no podemos hacer. Sólo así se corren los límites y se generan avances. 

Toma como ejemplo querer ir en bicicleta al trabajo, pero la distancia es muy larga y no puedo pagar un bici eléctrica. Si nos planteamos qué necesitaría cambiar para que esto sea posible, empiezan a surgir soluciones posibles. 

Estas cosas que no podemos hacer son indicadores para iniciar campañas y lograr innovaciones

En conclusión, es tiempo de preguntar más allá de la reducción de la huella de carbono de mis acciones. Empecemos a plantear: ¿Qué cambio puede ser más influyente? ¿Hacia qué objetivos significativos puedo contribuir? ¿Qué tiene que cambiar y cómo puedo colaborar a lograrlo? 

Tenemos un mundo para transformar. A prepararse e invitar a esta misión a todas las personas que podamos 😉💪.

Fuente: Greenpeace

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