Existe un consenso científico que califica al cambio climático como uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la humanidad. Durante milenios el planeta ha sido capaz de asimilar los impactos provocados por la actividad humana hasta que, con la revolución industrial a finales del siglo XIX, las emisiones de CO2 empezaron a aumentar rápidamente a consecuencia de la quema de combustibles fósiles.
Desde entonces, nuestro modelo de desarrollo se ha basado en el consumo desmedido de energía fósil (carbón, petróleo y gas natural), que da lugar al incremento progresivo de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, que está provocando el calentamiento global.
La capa de gases efecto invernadero, GEI, (CO2, CH4 y N2O entre otros), situada en una zona baja de la atmósfera, deja pasar la radiación solar de onda larga hacia la superficie terrestre, que se calienta. Sin embargo, cuando este calor es de nuevo emitido hacia la atmósfera, los GEI no lo dejan escapar y lo retienen, provocando el calentamiento del planeta. Este aumento de temperatura media o calentamiento global es la principal causa del cambio climático que se manifiesta en la alteración de los patrones de las precipitaciones, el aumento del nivel del mar y de la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos como pueden ser las olas de calor o de frío. Estos cambios están poniendo a prueba nuestro modelo de vida, que tendrá que adaptarse a las nuevas condiciones climáticas, sociales y económicas. Existe una relación muy directa entre energía y cambio climático.
Según el Plan Andaluz de Acción por el Clima (PAAC) las actividades cuantitativamente más importantes en relación con las emisiones de GEI son las procedentes del sector de la producción y la transformación de energía, así como del transporte por carretera. No en vano el crecimiento del consumo eléctrico en Andalucía se ha duplicado en los últimos veinte años.
Y es que en las centrales térmicas para producir energía eléctrica se queman combustibles fósiles para producir energía al igual que lo hacen los propios vehículos con motor de combustión, que son la gran mayoría. En Andalucía, aunque se están haciendo muchos esfuerzos para aumentar la potencia instalada de energías renovables, aún queda camino por recorrer. Según la Agencia Andaluza de la Energía en 2020 la potencia total instalada de generación de energía eléctrica ascendía a 17.562,6 MW, de los cuales 8.103,4 MW corresponden a potencia de origen renovable.
La toma de conciencia de la gravedad del problema está abriendo una línea de reflexión que puede llevar a un consumo más racional de la energía y a una clara apuesta por las fuentes renovables para propiciar un cambio en el estilo de vida, que permita el desarrollo de un mundo más concienciado, justo, equilibrado y sostenible.
Mitigación, adaptación, descarbonización o energías renovables forman parte del mosaico de soluciones posibles a un problema complejo con graves implicaciones económicas que exige la implicación y respuesta contundente de todos los sectores sociales.
En esta línea, las respuestas que se están articulando en diferentes acuerdos, leyes y planes son las siguientes:
- Acuerdo de París
- Ley de cambio climático y transición energética
- Green Deal, un Pacto Verde Europeo
- Ley 8/2018, de 8 de octubre, de medidas frente al cambio climático y para la transición hacia un nuevo modelo energético en Andalucía.
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