Ayer aparecía en el New York Times un editorial incitando al presidente Sr. Obama a actuar desde sus poderes ejecutivos para tratar de reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera, lo cual no solo es algo de una urgencia extremada, sino que es algo que mejoraría, si se hiciese, de manera automática y rápida los problemas económicos del 99.999% de la población, aunque quizás Exxon, Shell, BP o Repsol perdiesen algo de dinero.
(Lean si quieren tambien sobre la sequía en Oriente Medio, y sobre tornados).
La razón de la afirmación de arriba, que mis encantadores lectores discutirán, es que tratar de frenar el cambio climático es organizar la economía de la sociedad de una manera eficiente, en vez de tirar los recursos escasos como estamos haciendo hoy. La eficiencia es sacar el máximo resultado del mínimo gasto, sacar el máximo beneficio de la mínima inversión, y eso es esencialmente lo que se necesita para reducir o eliminar las emisiones de CO2. Si en vez de conducir una tanqueta de tres toneladas, llevada por una señora de 50 kilos para dejar una criatura de 10 kilos en la guardería, esa misma señora condujese un coche hibrido de 600 kilos, la eficiencia de su acción se multiplicaría al menos por tres, y consecuentemente se dividiría por tres la disipación de riqueza. Si se arreglasen todos los edificios existentes para reducir sus consumos a cero, lo cual es hoy totalmente factible, quizás las empresas de petróleo lo sentirían, pero los ciudadanos ahorraríamos un dinero que hoy gastamos en calentar el aire.
Eficiencia, como se sugiere una y otra vez en este periódico, es la palabra clave.
La sociedad humana es no lineal, es un sistema de realimentación positiva y con oscilaciones de tipo de relajación: Subidas continuadas y batacazos gigantescos. Las fluctuaciones se amplifican en este tipo de sistemas. Por ejemplo, es altamente eficiente dejar a los profesores impartir sus clases, con controles a posteriori. Pero en 1980 se supuso (sin razones que lo justificaran) que los profesores en activo tenían resabios de franquismo, como erróneamente se había supuesto en 1940 que los profesores eran republicanos, cuando la realidad era que había de todo y que la docencia, por ejemplo, de las matemáticas, no tiene que ver con las ideas políticas de sus profesores. En 1980 se decidió establecer comisiones de control que debían garantizar, a priori, la calidad de la docencia. Normas y más normas imposibles de cumplir. En vez de reconocer que se habían mezclado dos conceptos inmiscibles, se insistió en el falso razonamiento original. Puesto que no funciona, se han ido estableciendo cada vez más y más comisiones de control a priori, que hacen inviable el funcionamiento del sistema: La razón de la inviabilidad es inmediata: Nadie, y menos una, o una serie, de ''aplicaciones'' informáticas, puede tener en cuenta todos los casos reales que acontecen, y por lo tanto fracasa. El control sobre la marcha es factible, el control a priori es, evidentemente, inutil, y generador de barro viscoso que impide el avance social. El ser humano es adaptable, las comisiones y las ''aplicaciones'', no.
Lo estamos viendo estos días en los ámbitos políticos y económicos. Una vez elegida una vía de acción, la austeridad, por ejemplo, los fallos en esa vía se consideran fallos de funcionamiento, y no error de diagnóstico, y se insiste en aumentar la austeridad, llevando al sistema al colapso. Si se diagnostica la enfermedad A, contra la cual es eficaz el tratamiento -x-, que es mortal si la enfermedad es B, insistir en -x- mata al enfermo que sufre en realidad de B , y no de A. La actitud correcta es revisar el diagnóstico si el tratamiento con -x- empeora la salud del paciente, y no insistir en matarlo a base de un tratamiento erróneo.
Esto está ocurriendo en la economía española, en la política española, en la educación española, y por desgracia para todos, en el tratamiento que se esta dando a nivel mundial para el problema del clima. El diagnóstico aceptado por los gobiernos es erróneo. Es el diagnóstico expresado por algunos de los amabilísimos lectores de este blog. El cambio climático es como un cáncer que casi no se detecta, y que se va dejando pasar con la excusa de que ''no se ve nada'', de que ''los síntomas no son claros'', de que ''el equipo médico tiene sus dudas''. De que siempre ha habido dolores, mejoras y recaídas, como dicen algunos de estos lectores, ''oscilaciones''.
La extirpación de un tumor en fase inicial es sencilla y generalmente arregla el problema, aunque genera dolor y molestias. Cuando el tumor ha metastatizado la cura es imposible, y el dolor y las molestias se convierten en muerte. El médico puede equivocarse en la acción preventiva, pero aparte del dolor momentáneo, el paciente sigue vivo. Si el médico no actúa, cuando los síntomas son evidentes ya no hay solución.
En el sistema social humano se tomó la decisión de no actuar contra el cambio climático, porque los científicos no daban un diagnóstico (imposible) de una seguridad del 100% en el fenómeno (por cierto, con seguridades del 20% los estados se embarcan en guerras de resultado absolutamente incierto y costes astronómicos, mientras que rechazan actuar, con costes muy bajos y ganancias altas, frente a la seguridad del 95% de existencia de cambio climático).
Una vez aceptado el erróneo diagnostico -A- de la enfermedad -B-, el sistema de control establecido es incapaz de rectificar. Parlamentos, asesores y políticos no aceptan reconocer que se han equivocado. Creen que 'mantenella y no enmendalla', a pesar de su fracaso en todas las circunstancias históricas, es el signo del poder, que es lo que están convencidos que conviene a la sociedad: Siguiendo a sus genes no conciben una sociedad cooperante, sino solo una sociedad bajo la égida de ese mismo poder.
Un sistema adaptable, que cambie sus axiomas de origen según cambien sus condiciones de contorno es un sistema vivo y eficiente, que permite la evolución suave sin catástrofes recurrentes y sin colapsos: Que permite seguir la curva azul, en vez de la roja.
¿Lo buscamos?
FUENTE: elmundo.es, Antonio Ruiz de Elvira, 21/ 05/ 2013
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