La materia está en continuo reciclaje en la naturaleza. Elementos químicos esenciales para los seres vivos como el carbono, el nitrógeno o el fósforo cambian de estado y ubicación y se mueven entre la atmósfera, el agua y el suelo, permitiendo así que estén disponibles para la actividad de plantas y animales que los necesitan para su crecimiento y actividad.
Se conoce como ciclos biogeoquímicos a estos procesos cíclicos de intercambio de elementos químicos entre los seres vivos y el ambiente que los rodea, que se llevan a cabo mediante una serie de fenómenos de transporte, producción y descomposición. Entre ellos están la fotosíntesis, la respiración, la degradación de materia orgánica, la evaporación y precipitación de agua y los procesos de erosión. Todos ellos permiten la transformación y la movilidad de elementos químicos por los diferentes ambientes del globo terráqueo.
Este dinamismo es algo especialmente característico de la Tierra, porque no todos los planetas se muestran tan vivos. Nuestro hogar tiene unos 4.500 millones de años de historia y, a diferencia de otros planetas inertes, cuenta con una atmósfera rica en gases y en continuo movimiento y tiene suelos y masas de agua donde los materiales esenciales se encuentran en formatos asimilables por los seres vivos.
A diferencia de la Tierra, muchos otros cuerpos celestes carecen de atmósfera gaseosa porque la perdieron a lo largo de su historia, y tampoco tienen muchos elementos químicos disponibles en forma libre, pues muchos de ellos se han precipitado en rocas y minerales y han quedado fijados en capas profundas del subsuelo. Los ciclos biogeoquímicos de la Tierra, alimentados por la propia actividad de los seres vivos, son una característica esencial de nuestro planeta.
¿Para qué sirven los ciclos biogeoquímicos?
Los ciclos biogeoquímicos favorecen el intercambio de materia y permiten que los elementos esenciales para la vida se reciclen y estén disponibles para los organismos vivos. Esto asegura que los elementos necesarios para el funcionamiento de los ecosistemas no se agoten y que haya un flujo constante de los mismos, potenciando el crecimiento y el desarrollo de los seres vivos.
Los ciclos biogeoquímicos evitan el agotamiento de los recursos naturales, ya que garantizan que los elementos sean reciclados y reutilizados. Por ejemplo, el ciclo del carbono asegura que el CO2 de la atmósfera sea absorbido por las plantas para la fotosíntesis, que luego lo integran y fijan en sus tejidos. De esta manera se mantiene un equilibrio en la presencia de este gas de efecto invernadero en la atmósfera.
En ese sentido, los ciclos biogeoquímicos posibilitan la vida en el planeta al generar las condiciones necesarias para la misma. La disponibilidad de nutrientes y elementos esenciales en los ecosistemas permite que los organismos crezcan, se reproduzcan y mantengan sus funciones vitales. Es la propia biodiversidad la que contribuye con su actividad a este reciclaje continuo. Hace 50 años, el científico James Lovelock acuñó la llamada hipótesis de Gaia, donde defendía que el planeta en su conjunto es un sistema dinámico que se autorregula y que gracias a la acción de los propios seres vivos se mantienen unas condiciones más o menos estables.
Fuente: AQUAE fundacion
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