En la transición energética se repiten términos como verde, limpia, renovable o sostenible para identificar energías que no se agotan cuando se usan. Por otro lado estarían las energías no renovables (carbón, gas y petróleo), que han permitido un desarrollo sin precedentes pero han generado un problema climático a escala global. Y en medio, los combustibles nucleares y la madera.
Las fronteras entre países son líneas inventadas. A veces aprovechan que un río o una cordillera pasaba por allí, pero sobre el terreno no hay rastro de los límites que marcamos en los mapas. Así, animales y plantas se mueven a un lado y a otro de las fronteras, ignorando los dibujos de los humanos. Sin embargo, esto no siempre se cumple. Hay un lugar en el mundo donde la línea que marcaron las personas ha quedado grabada a fuego en el paisaje. Tanto, que se puede ver incluso desde el espacio.
En el medio del mar Caribe, la isla de Santo Domingo aparece dividida claramente en dos. Al oeste, la República Dominicana. Al este, Haití. Entre ambos, una frontera que separa realidades sociales, económicas y ambientales muy diferentes. En el lado dominicano, la selva lo cubre todo hasta donde alcanza la vista (el 42 % de su territorio es bosque). En el lado haitiano, los árboles desaparecen. Al este de la frontera, la economía se sustenta en la quema de combustibles fósiles. Al oeste, en la quema de madera.
En los últimos 20 años, la degradación medioambiental de algunas zonas de Haití ha alcanzado niveles irreversibles debido a la pérdida total de la cobertura vegetal y a la erosión de las capas superiores productivas del suelo. La biomasa vegetal, un recurso energético a priori renovable, se extrajo de la región a un ritmo mucho mayor del que era capaz de regenerarse. Mientras, las energías no renovables como el petróleo y el gas han permitido a la República Dominicana proteger sus bosques. A cambio, han alimentado uno de los mayores desafíos en la historia de la especie humana: el cambio climático.
¿Cuáles son los tipos de energías no renovables?
- Los combustibles fósiles: petróleo, carbón y gas natural.
- Energía nuclear
¿Qué son las energías no renovables?
Las fuentes de energía no renovables son fuentes de energía que acaban por agotarse. La Unión Europea, en su Directiva 2018/2001 relativa al fomento del uso de energía procedente de fuentes renovables, define las energías renovables como “la energía procedente de fuentes renovables no fósiles, es decir, energía eólica, energía solar (térmica y fotovoltaica) y energía geotérmica, energía ambiente, energía mareomotriz, energía undimotriz y otros tipos de energía oceánica, energía hidráulica y energía procedente de biomasa, gases de vertedero, gases de plantas de depuración y biogás”. Como consecuencia, todo lo demás sería energía no renovable.
“Prefiero ligar estas definiciones al concepto de agotamiento, creo que lo explica mejor. Es decir, las renovables son las energías de una fuente que no se agota cuando se usa”, explica Alessandro Agostini, investigador de la Agencia Nacional Italiana de Nuevas Tecnologías, Energía y Desarrollo Económico Sostenible. “Así, las fuentes de energía no renovables se identifican con los combustibles fósiles, como el carbón, el gas y el petróleo. Mientras, las energías renovables normalmente se identifican con la solar y la eólica”.
En la última década, la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que están cambiando el clima ha impulsado el crecimiento de todo tipo de energías alternativas a los combustibles fósiles. En el camino de la transición energética, se entremezclan adjetivos como verde, limpia, renovable o sostenible. A veces parece casi que fuesen sinónimos, pero no lo son. Hoy, casi todas las instituciones y gobiernos tienen su propia definición de lo que es y no es energía renovable, definiciones que normalmente persiguen objetivos concretos.
Energías renovables vs. no renovables
Durante casi toda su historia, el ser humano ha usado energías renovables, energías que siempre estaban disponibles o que no se consumían a un ritmo lo suficientemente alto como para que se agotasen. Sin embargo, en los últimos siglos, las energías no renovables han tomado la delantera, permitiendo un desarrollo económico sin precedentes, pero generando problemas climáticos y ambientales de escala global que amenazan la propia supervivencia de las sociedades humanas. Abandonar su uso requiere cambios profundos no solo en la matriz energética, sino a escala social y económica.
“Las energías no renovables siguen siendo baratas y, además, existe lo que se llama un bloqueo de infraestructura”, añade Agostini. “Incluso si las energías renovables como la solar y la eólica llegan a ser claramente más baratas (ya lo son en algunos mercados), la infraestructura energética que hemos construido se basa en los combustibles fósiles”. Estas fuentes de energía no renovable se dividen, a grandes rasgos, en dos grupos.
Los combustibles fósiles
A lo largo de millones de años, los combustibles fósiles se han formado a través del calentamiento y la compresión de la materia orgánica muerta enterrada bajo la superficie terrestre. Los restos de plantas y animales han acabado convirtiéndose en grandes depósitos de estos combustibles que pueden estar en estado líquido, sólido o gaseoso y que se extraen de la corteza terrestre mediante perforación o minería. Gracias a que son una fuente de energía muy densa (contienen mucha energía por unidad de masa), se han convertido en la pieza central del engranaje económico desde la Revolución Industrial.
No son renovables, ya que tardan millones de años en generarse, y tampoco son sostenibles (sobre todo, desde el punto de vista medioambiental). “La sostenibilidad es un concepto complejo que abarca aspectos económicos, ambientales y sociales”, señala Agostini. “Es cierto que algunos combustibles fósiles pueden ser sostenibles si respaldan el desarrollo social o satisfacen las necesidades fundamentales de las personas en dificultades. Pero son la causa principal del cambio climático y generan, a través de los fertilizantes químicos, la degradación de grandes áreas de mar y ríos, entre otras cosas”.
En 2021, el mundo consumió 136.000 teravatios-hora de energía procedente de combustibles fósiles, según datos recabados por la Universidad de Oxford a través del BP Statistical Review of World Energy. El mayor consumo per cápita se da en EE. UU., Australia, Alemania y China, aunque no todos los países consumen el mismo tipo de combustible.
- Carbón. Fue el primer combustible fósil en explotarse. Hasta 1900, el uso del gas y el petróleo era inexistente. Hoy todavía se consumen 44.500 teravatios-hora de energía generada con carbón. La mitad, en China. Los principales tipos de carbón son turba, lignito, hulla y antracita.
- Petróleo. Es el combustible fósil más utilizado y es esencial para el transporte, dado que mediante su refinamiento se producen la gasolina y el diésel. En 2021, se consumieron 51.200 teravatios-hora de energía producida a través del petróleo. EE. UU. es el mayor consumidor de petróleo, aunque su uso está muy repartido entre todas las economías desarrolladas del planeta.
- Gas. Los depósitos de gas están muy ligados a los de petróleo y están formados, principalmente, por metano. Una vez procesado, el gas se utiliza principalmente para calefacción y cocina, así como para usos industriales. En 2021, se consumieron 40.400 teravatios-hora de gas en el planeta. EE. UU. y Rusia son los mayores consumidores.
Los combustibles nucleares
Las plantas nucleares producen energía a través de la fisión de algunos elementos químicos radiactivos. En la actualidad, aunque hay nuevas tecnologías en desarrollo, casi todo el combustible nuclear se produce a través de la extracción y el refinamiento de mineral de uranio, un elemento radiactivo natural presente en la Tierra y del cual hay reservas finitas, de ahí que sea considerada una energía no renovable. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE), 32 países cuentan con plantas nucleares operativas y este tipo de energía produce alrededor del 10 % de toda la electricidad consumida en el mundo.
Si bien la energía nuclear no es una fuente renovable, sí que se ha convertido en una aliada a la hora de descarbonizar la economía, ya que los procesos de las centrales no generan dióxido de carbono (CO2), metano ni ningún otro gas de efecto invernadero. De hecho, aunque muchos países han ido cerrando sus plantas nucleares en los últimos años, la AIE sostiene que la capacidad nuclear del planeta debería incrementarse durante la próxima década si queremos cumplir los objetivos de mitigación del cambio climático.
¿Es la madera renovable o no?
La madera y la energía extraída mediante la quema de biomasa es considerada una fuente de energía renovable en casi todas las definiciones. Sin embargo, depende de si se usa de forma sostenible o no, tal como queda patente en la frontera entre Haití y la República Dominicana. En 2020, se consumieron cerca de 2.000 millones de metros cúbicos de madera como combustible, según la FAO. El consumo per cápita más elevado se registró en el África Subsahariana y en América Latina y el Caribe, donde sigue siendo la fuente principal de energía (para cocinar y calentarse) en muchos países.
“La biomasa es un recurso renovable, pero todo depende de la escala y del tiempo. No es lo mismo recolectar unas pocas ramas para calentarse que talar millones de hectáreas de bosque primario”, señala Agostini. “La humanidad ha superado los límites planetarios en lo que respecta al uso de la tierra, la pérdida de biodiversidad y los ciclos biogeofísicos del fósforo y del nitrógeno. Si el consumo de energía de biomasa aumenta sustancialmente en el futuro, es poco probable que el planeta siga siendo habitable”.
Además, aunque sea renovable, la energía de biomasa no es ni limpia ni baja (en muchos de sus usos) en emisiones de carbono. “Si usamos los residuos de biomasa, que de otro modo se descompondrían en la naturaleza, simplemente estamos acelerando el proceso”, añade el investigador. Sin embargo, si talamos bosques primarios como los tropicales, inmensos almacenes de carbono y de biodiversidad, los efectos sobre el clima y el medioambiente son mucho más negativos. “Y no podemos olvidar que la combustión de madera es probablemente la fuente de energía más tóxica. Unos 40.000 europeos mueren al año a causa de la mala calidad del aire debido a la combustión de biomasa”, concluye. “En los países en desarrollo, donde la madera se quema en hogueras abiertas, la situación es aún peor”.
Fuente: BBVA
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