Se advirtió insistentemente por años: el peor monstruo imaginado por el humano estaba en camino. Pero como es usual en nuestra especie, cualquier verdad que incomoda y molesta, se ignora hasta las últimas consecuencias.
Hasta hoy, cuando las evidencias gritan que la leyenda se convirtió en realidad y que las peores predicciones de lo que sería esta bestia sin garras, sin dientes y sin escrúpulos se están cumpliendo… y mucho más rápido de lo que se esperaba.
En palabras digeribles, creamos un monstruo y lo dejamos libre. Algunos lo conocen como “cambio climático” y llegó para quedarse.
En palabras técnicas, la actividad humana, particularmente la quema de combustibles fósiles, ha liberado cantidades de gases efecto invernadero como dióxido de carbono (CO2) suficientes para aumentar la temperatura de la tierra a niveles críticos y alterar catastróficamente el clima.
Ya no hace falta ser expertos para notar que los eventos climáticos extremos golpean cada vez más fuerte; basta con leer los diarios de los últimos dos años: “Más de 3.000 muertos en India y Pakistán por ola de calor /julio de 2015: el mes más caliente de la historia”, “¡Un infierno! Irán registra temperaturas de 75 °C/agosto de 2015”, “Nueva York sufre el frío más intenso desde hace 118 años (enero de 2014)”, “Las olas se comen un paraíso en Costa Rica (en el Parque Nacional Cahuita la línea costera se ha movido 50 metros tierra adentro por el aumento en el nivel del mar (febrero de 2015)”.
Se dice que los historiadores podrían ver el 2015 como el año cuando el mayor reto al que se ha enfrentado la humanidad decidió empezar a mostrar su verdadera furia. Y esta vez sin compasión alguna.
Especialistas como Rajendra Pachauri, expresidente el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) aseguran que aún hay margen de acción para hacerle frente, pero la transformación es más urgente que nunca. “No nos queda mucho tiempo antes de que la ventana de la oportunidad se cierre”.
Rumbo dantesco
Imágenes que podrían ser sacadas de alguna película apocalíptica hollywoodense llenaron las portadas de los diarios días atrás cuando por primera vez en la historia tres huracanes magnitud cuatro se formaron simultáneamente en el Océano Pacífico. Kilo, Jimena e Ignacio son los nombres de los protagonistas que estuvieron a un grado de alcanzar la magnitud máxima en la escala para la medición de huracanes.
Al responsable le llaman “El Niño”, aunque de niño no tiene nada. Este fenómeno climático, que se pronostica como el más fuerte de los últimos 100 años, llegó con las peores intenciones y apenas nos ha mostrado solo el comienzo.
Según Rupa Kumar Kolli, Jefe de Servicios Climáticos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), “la mayoría de los modelos de pronósticos climáticos internacionales sugieren que ‘El Niño’ de 2015 y 2016 se va a intensificar a final de año. El pico más alto, esperado entre octubre y enero, podría situarse entre los cuatro Niños más fuertes desde 1950”.
Comienza cuando las aguas superficiales del Pacífico ecuatorial se vuelven más calientes que lo normal, lo que provoca inundaciones o sequías en América Latina, Asia, Oceanía y África. Costa Rica no es la excepción.
Stephanie Williams, residente de Los Ángeles se refresca con un ventilador eléctrico debido a las altas temperaturas.
El Instituto Meteorológico Nacional anunció que San José está experimentando la peor sequía en 114 años. Es decir, la última vez que tuvimos tan poca agua fue 14 años años antes de que iniciara la Primera Guerra Mundial y 38 años antes del comienzo de la Segunda.
Debido a El Niño, intensificado por el cambio en el clima, el faltante de lluvias es tan grave que en agosto solamente se registraron dos aguaceros en la capital. El déficit de lluvias en el Valle Central alcanzó el 40% y se han registrado temperaturas hasta cuatro grados más altas de lo normal. Para junio de este año, el gobierno había invertido más de ¢5.000 millones en Guanacaste, la provincia más violentamente impactada de nuestro país.
El agua agoniza
Cuando de falta de agua se trata, la primera imagen que se venía a la mente de cualquiera, años atrás, era la de algún niño africano cargando baldes en sus espaldas descubiertas, o de tierras áridas en algún desierto lejano, no de California, el estado más poblado de Estados Unidos que está sufriendo la peor sequía de su historia.
En enero, la NASA (Agencia espacial estadounidense) advirtió que el agua potable almacenada de este estado tiene los días contados. Y con días contados quisieron decir que habrá agua para solo un año más.
Un mes atrás, más de 9 mil bomberos lucharon contra unos 20 incendios activos simultáneamente y que causaron la muerte de Dave Ruhl, uno de ellos. “La grave sequía y el clima extremo han convertido a gran parte del estado en un polvolrín”, afirmó el gobernador en un comunicado.
“No se necesita un doctorado para darse cuenta de que el mundo está cambiando. Solo se necesita poner atención”, comentaba John Kerry, Secretario de Estado de los Estados Unidos en Lima el diciembre anterior en la Cumbre del Clima (COP20). “Trece de los años más calientes registrados han ocurrido desde el 2000, con este año, nuevamente, encaminado a ser el año más caliente de todos. Estamos acostumbrándonos a que cada año que pasa sea el año más caliente”.
En junio pasado dos incendios forestales generaron una emergencia en un refugio de Alaska.
Y como por la víspera se saca el día, Kerry no se equivocó. El 2014 fue el año más caliente registrado y el 2015 amenaza ya con quitarle el trono.
El pasado mes de julio fue el mes con temperaturas más elevadas desde que se tienen registros, según datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
Aunque a Willis Haviland, creador del aire acondicionado, le debemos salvarnos en incontables ocasiones por bochornos insoportables, lo cierto es que el tema va más allá de sudar o no. Días atrás, la NASA lanzó una de las graves alertas que nadie quería oír: el aumento en el nivel del mar causado por el derretimiento de los polos está avanzando a un ritmo preocupantemente acelerado.
Ciudades en vilo
El hecho de que National Geographic haya tenido que cambiar hace un mes su mapamundi por los efectos del cambio en el clima en el Ártico es solo el principio. Según la NASA, es inevitable que el nivel del mar se incremente un metro los próximos 100 o 200 años, condenando al riesgo de desaparecer a grandes ciudades como Florida, Tokio y Singapur.
Islas en el Pacífico como las Islas Marshall podrían dejar de existir en un futuro cercano y, en nuestro país, la alerta está puesta en Puntarenas.
“Nuestra evaluación concluye que la atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las concentraciones de dióxido de carbono han aumentado hasta niveles sin precedentes desde hace, por lo menos, 800.000 años”, decía Thomas Stocker, copresidente del Grupo de trabajo I del IPCC en la presentación de su último informe.
¿Está todo perdido?
Al ritmo al que vamos, la temperatura alcanzaría por lo menos 4°C para el año 2100 y potencialmente superaría los 8°C para el 2200 si las emisiones de dióxido de carbono no se reducen. Para entenderlo mejor, la frase “estamos fritos” dejaría de ser usada en sentido figurado.
Pero ¿estará ya todo perdido? ¿Debemos abandonar toda la esperanza que nos queda? Algunos especialistas aseguran que queda mucho por hacer y todavía no es demasiado tarde. Uno de ellos, Ricardo Radulovich, director de la Escuela de Ingeniería Agrícola de la Universidad de Costa Rica, asegura que la palabra clave es “adaptación”.
“Hay que estar preparados para los problemas que se van a ir dando: va a haber más sequías y tenemos que preparar la agricultura para no afectarla, va a haber más inundaciones y más lluvias fuertes, un aumento en el riesgo de desastres naturales y más problemas de salud”, afirmó Radulovich, quien a su vez es el coordinador del proyecto “Promoviendo la adaptación al cambio climático en y desde la Universidad de Costa Rica”.
Mónica Araya, economista especializada en cambio climático y directora de la organización Costa Rica Limpia asegura que en la sociedad actual, la historia sobre cambio climático que siempre se escucha es blanca o negra. “Tenemos que tener muy claro que así como está contada la historia es muy natural que la gente piense que no tiene un rol que jugar. Hay que ir haciendo un giro para que entendamos por qué es todo lo contrario. Solo si todos jugamos un rol vamos a poder sacar esto adelante”, afirmó.
El año pasado, una de las familias más poderosas y que crearon su imperio a base de petróleo, los Rockefeller, sorprendieron al mundo con un inesperado anuncio: abandonarían sus inversiones en petróleo y combustibles fósiles (activos valoradas en $50 mil millones) para reinvertirlas en energía limpia y renovable.
Este setiembre Hesperia, California sufrió inundaciones y tormentas eléctricas. Una persona falleció.
“Hay un imperativo moral para preservar la salud del planeta”, dijo a The New York Times Valerie Rockefeller Wayne, tataranieta del magnate del petróleo John D. Rockefeller, y miembro del consejo de la fundación de beneficencia de la familia.
Un importante hito que marcó un antes y un después se dio el año pasado en Nueva York, cuando más de 400 mil personas tomaron las calles para decir : “¡Ya basta!” en la mayor marcha ciudadana contra el cambio climático hasta ahora vista.
“Hoy marcho porque quiero contemplar un futuro más brillante . Nos hemos destruido a nosotros mismos. Hemos destruido nuestra salud y estoy aquí porque nuestros líderes políticos nos han fallado”, dijo en la conferencia de prensa previa Stanley Sturgill, un minero jubilado de Kentucky que ahora sufre de enfermedades pulmonares por acumulación de polvo de carbón. “Juntos podemos construir un futuro brillante”.
Por otra parte, ciudadanos holandeses marcaron un gol sin precedentes este año cuando un tribunal de La Haya declaró ilegal la política climática del Gobierno holandés y ordenó una reducción de las emisiones de CO2 en un 25% en los próximos cinco años con respecto a los niveles de 1990. Esta sentencia se dio después de que 900 activistas de la organización Urgenda demandaran al Gobierno al considerar que no estaban haciendo lo suficiente para evitar el cambio en el clima.
“Especialmente, en los últimos 12 meses hemos visto el nacimiento del cambio climático como un tema de la sociedad, ya no como un tema técnico de científicos o de los gobiernos en las Naciones Unidas”, afirma Mónica Araya y agrega: “Hay un giro que nos favorece sobre todo en países como Costa Rica, donde empezamos a entender que lo climático ya se queda corto como tema ambiental, ya que en el fondo es un tema de desarrollo”.
¿Qué dice el mundo?
“Es hora de que reconozcamos el cambio climático como lo que es: un crimen colectivo de lesa humanidad”. Estas son las contundentes declaraciones de Christiana Figueres, la tica que encabeza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
La humanidad está lidiando con el mayor reto al que se ha enfrentado y líderes mundiales no esperaron para hacer el llamado a la acción, antes de que sea demasiado tarde. “El tiempo se agota y la factura a pagar será más cara”, decía Ban Ki Moon, secretario ejecutivo de la ONU en la Conferencia de Cambio Climático en Lima, en diciembre del 2014.
Los ojos del mundo estarán puestos en París en diciembre próximo, cuando líderes de todos los países del mundo firmarán el mayor acuerdo climático. Millones de vidas estarán en manos de las decisiones políticas que se tomen –o no– durante las negociaciones de la COP21. ¿El objetivo? Lograr que los países traigan sus contribuciones climáticas nacionales (o INDC’s) autoimpuestas y armar un acuerdo para poder vigilar su cumplimiento.
Estas contribuciones buscan que la temperatura global no aumente en más de 2° centígrados con respecto a la temperatura previa a la Revolución Industrial, ya que de ser así, las consecuencias serán incontrolables, al punto de comprometer la existencia de la especie humana en la Tierra y la de millones de organismos con los que compartimos el planeta.
Hasta el momento, ese aumento se encuentra en 0,85°, según el quinto Informe de Evaluación del IPCC. Sin embargo, decía Rajendra Pachauri que tenemos los medios para limitar el cambio del clima. “Todo lo que necesitamos es voluntad de cambio, y confiamos en que esa voluntad esté motivada por el conocimiento y la comprensión de la ciencia”.
El máximo líder de la Iglesia Católica, el Papa Francisco, también rompió con la tradición para hacer lo que nunca se había hecho: emitir el primer texto religioso que insta a todos los fieles, políticos y ciudadanos del mundo a realizar el urgente cambio que evite las peores consecuencias del llamado “gran suicidio colectivo”.
“Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas (…). Por eso se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de anhídrido carbónico y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo, reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable”, afirmó el Pontífice en la encíclica Laudato Sí .
Para el director del programa de adaptación de la UCR, la transformación depende de todos, no solo de lo que se negocie en paneles mundiales, ya que el clima no negocia. “Toda la vida me ha perturbado la manera que tenemos de ver el mundo de que todo es ‘según Dios quiera’. Parte del subdesarrollo se debe a esa actitud de que nos sometemos y hay una aceptación”, dice.
“La adaptación al cambio climático en general viene a ser como todo: un reto. Uno lo podría ver como una bendición o una maldición pero mejor veámoslo como un reto”, comenta Radulovich, quien lo define como dejar de ser como una hoja al viento y plantea una propuesta: “Tomemos la vida entre nuestras manos”.
FUENTE: La Nación Vivir, POR LUCÍA VÁSQUEZ -
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