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jueves, 22 de junio de 2017

CAMBIO CLIMÁTICO, EN BUSCA DE UNA ECONOMÍA VERDE



Cambio climático, sus efectos, barreras de contención, negociaciones, acontecimientos y sucesos que forman los eslabones de una cadena que vincula la acción humana y el clima. Inopinadamente, la decisión de Donald Trump altera  acuerdos y previsiones. Los eslabones de la cadena pueden soltarse. La negativa de Trump a aceptar el cambio climático es sin duda una alerta de cuarentena en los 75 pasados años de paz y prosperidad; el orden internacional sustentado en complejos convenios multilaterales está en peligro.

El Acuerdo de París para contener las emisiones contaminantes quedaría amenazado, aunque ni está abolido ni los 195 países signatarios se resignarán sin defenderse. Dentro de Estados Unidos tampoco impera la resignación. California y otros Estados con sus propios programas de sostenibilidad sacan a la luz su determinación para seguir avanzando en la descarbonización y el estímulo de energías limpias. El propio mercado está ligado a frenar la contaminación. Fabricantes de automóviles abandonan las mejoras en los motores diésel en favor de vehículos no contaminantes. Las propias compañías eléctricas se inclinan por el gas natural y las energías renovables. Avances tecnológicos en las turbinas eólicas y en los paneles solares. Reducción de costes. Más empleo. En efecto, las industrias limpias emplean ya en EE UU tres veces más trabajadores que la industria del carbón. El gigante industrial General Electric apuesta por un aire limpio y porque EE UU mantenga el liderazgo en el desarrollo de las nuevas tecnologías.

La Revolución Industrial del siglo XVIII-XIX estuvo sostenida por la extracción y quema de combustibles fósiles, sin que se levantasen sospechas significativas sobre sus efectos contaminantes para la salud y el clima. En 1988, las Naciones Unidas crearon el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), que confirma el aumento de la temperatura media del planeta como consecuencia de la acción humana. Sin embargo, hasta 2005, en Montreal, no se ratificó el protocolo de Kioto, el primero internacional sobre cambio climático. En 2012, en Doha se alcanzó un nuevo acuerdo de mínimos para las amenazas contaminantes. En diciembre de 2015, en París, 195 países se comprometieron a realizar voluntariamente todos los esfuerzos a su alcance para que la temperatura de la Tierra no aumente más de 1,5 grados.

Un nuevo paradigma se abre paso: la economía verde. El economista Kristian Weise advierte: “si tienes un desarrollo inteligente tendrás más crecimiento y menos uso de los recursos naturales al mismo tiempo”. En Dinamarca aumenta la riqueza y se mantiene estable la producción de CO2; desde 1990 las emisiones se han reducido en un 40 por cien mientras el PIB ha crecido un 80 desde 1980.

El calentamiento climático es el resultado de la mayor presencia de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera por la utilización de combustibles fósiles, lo que exige su captura, transporte, almacenamiento y transformación. Hay que capturarlo antes de que llegue a la atmósfera. Un 70 por cien de esas emisiones, según los estudios de la ONU, procede de las ciudades. La temperatura media de la superficie del planeta ha aumentado 0,85 grados en el último siglo. Desgraciadamente, el calentamiento del Ártico es mucho más rápido. El IPCC señala un aumento de cuatro grados sobre la media. El Ártico es la región que más se calienta. Una amenaza cierta porque actúa como refrigerante del planeta gracias a que su cobertura blanca refleja más calor solar hacia el espacio del que absorbe.

Al fundirse el hielo aparecen áreas de aguas oscuras o superficies de tierra que absorben más calor del Sol, lo que provoca un efecto de retroalimentación positiva del cambio climático. El riesgo del planeta es cierto, pero las respuestas se hacen esperar o se niegan las evidencias. António Guterres, secretario general de la ONU, declaraba el pasado mayo: “el tren de la sostenibilidad ya ha partido de la estación, o estás a bordo o te quedas atrás. Quienes no apuesten por la economía verde tendrán un futuro gris”.

El abandono anunciado por Trump de los acuerdos de París es un error. Una decisión que avala la declaración de Angela Merkel acerca de que “el gobierno de EE UU ha dejado de ser un aliado fiable y previsible”.
El nuevo jefe de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), Scott Pruitt, rechaza el consenso científico acerca de la influencia de la acción del hombre sobre el clima. En efecto, Pruitt demandó a la EPA unas 14 veces cuando era fiscal general de Oklahoma, paralizando la entrada en vigor del Clean Power de Barack Obama, cuyo objetivo era limitar las emisiones de CO2 hasta reducirlas un 30 por cien en 25 años desde los niveles de 2005. Otro negacionista preside ahora el Comité de Ciencias del Congreso. Se están formulando propuestas legislativas para prohibir a la EPA realizar investigaciones sobre los efectos de la contaminación en la salud pública y, al mismo tiempo, permitir a los representantes de industrias (¿sospechosamente contaminantes?) participar en comités medioambientales.

España no tiene aún una clara política medioambiental. El último episodio de esta serie de vacilaciones se concreta en la pérdida del arbitraje sobre las renovables por el recorte de las primas. El laudo arbitral ha decretado una indemnización del Estado español para Eiser por un importe de 128 millones de euros. Los 26 arbitrajes pendientes entre el gobierno y los afectados por el recorte de primas –una especie de expropiación encubierta– tal vez eleven el peso de las indemnizaciones por encima de los 3.000 millones de euros. Un coste para el erario público. Un error para la implantación de las energías limpias que se añade al desenlace del almacén Castor en las costas de Tarragona y Castellón, y al intento frustrado en aguas canarias sobre nuevos yacimientos de petróleo y gas. Una cadena de incidentes que restan credibilidad al compromiso suscrito por España en París.

Por María José Martínez Vial

FUENTE: Estudios  de  Política Exterior, 22 / junio / 2017

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