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domingo, 25 de junio de 2017

EL EFECTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA AERONAVEGACIÓN


Las altas temperaturas dificultan el despegue de ciertos aviones e incrementan el riesgo de turbulencias, lo que puede ocasionar más suspensiones, horarios impredecibles y un encarecimiento de los vuelos.

A mediados de junio, American Airlines se vio obligada a cancelar más de 40 vuelos en Phoenix. La razón fue que la temperatura máxima durante el día alcanzaba los 48 grados Celsius, hacía demasiado calor para que algunas aeronaves pequeñas pudieran despegar. Cuando el aire es muy caliente tiene una menor presión, lo cual dificulta —y algunas veces vuelve imposible— que los aviones puedan elevarse.
 
Según los investigadores, a medida que el clima mundial cambia es probable que esta situación se vuelva más frecuente y podría ocasionar que los viajes aéreos sean más caros y menos predecibles, con un mayor riesgo de lesiones para los pasajeros por el aumento de las turbulencias.
 
“Tendemos a ignorar la atmósfera y solo pensamos que el avión vuela a través de un espacio vacío, pero evidentemente no es así”, explicó Paul D. Williams, profesor del Departamento de Meteorología en la Universidad de Reading, Inglaterra. Williams estudia el cambio climático y su efecto en la aviación. “La atmósfera se está modificando debido al cambio climático”.
 
Robert Mann, presidente de la empresa de análisis de la industria aérea R. W. Mann & Company, comentó que, si bien las aerolíneas han buscado ser más eficientes no han hecho gran cosa para prepararse para los efectos a largo plazo del cambio climático. “En un mundo donde nos ocupamos de los problemas a corto plazo, la tasa extremadamente lenta a la que se da el cambio climático no entra en sus previsiones de planeación de flotilla”, dijo.
 
La aviación es un importante emisor de dióxido de carbono; es responsable de cerca del dos por ciento de las emisiones anuales ocasionadas por hombre.
Los investigadores apenas empiezan a explorar cómo el cambio climático afecta la aviación y la capacidad de volar de los aviones. Como hay muy pocos datos disponibles y tantos factores en juego —el diseño del avión, el tamaño y la ubicación del aeropuerto, el peso de los pasajeros y la carga, por mencionar algunos— puede ser difícil atribuir una falla en particular al calentamiento global.
 
Los aeropuertos pueden experimentar los efectos de forma distinta dependiendo de sus ubicaciones. Lo que están en altitudes elevadas tienen menor presión atmosférica lo que, junto a las altas temperaturas, afecta la elevación de los aviones.
 
Sin embargo, otros que están al nivel del mar, como el Aeropuerto LaGuardia en Nueva York, también podría verse afectados. LaGuardia tiene una pista corta en comparación con otros aeropuertos comerciales importantes; en días particularmente calurosos, eso puede ser un problema porque las aeronaves podrían no tener suficiente distancia para alcanzar la velocidad y elevación necesaria que les permita alzar el vuelo.
 
“Por lo general, en los días más calurosos del verano, puede que sea necesario aligerar la carga, que incluye el cargamento o a los pasajeros”, comentó David Wilhelm, ejecutivo de envíos en Southwest Airlines. Reducir el peso permite que un avión despegue con una menor elevación.
En 2015, Radley Horton, científico investigador del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, publicó un estudio conjunto con un estudiante de doctorado, Ethan Coffel, sobre el efecto del calor extremo en la aviación. La conclusión fue: “Podemos decir con certeza que habrá más días de peso restringido y mayores restricciones en relación con el peso”, dijo.
 
A medida que las temperaturas mundiales sigan elevándose, algunos de los aviones más pesados en los vuelos más largos ya no podrán despegar durante ciertas horas; aquellas en las que las temperaturas alcancen sus niveles máximos en los días de verano, explicó Horton. Así como un transatlántico tiene que esperar la marea adecuada para poder zarpar, los aeroplanos tendrían que permanecer en tierra hasta que el aire esté lo suficientemente frío y denso para despegar a su capacidad máxima.
 
Horton también señaló que no volar durante algunas horas en un aeropuerto específico podría tener un efecto dominó en todas las operaciones aéreas, que además reduciría aún más los márgenes de ganancia de las aerolíneas.
 
El calor extremo en tierra también afecta a los trabajadores aeroportuarios, ya que cargar y descargar el equipaje y dar servicio a los aviones entre un vuelo y otro podría ser más oneroso.
Uno de los cambios más importantes de los viajes en el mundo tiene que ver con la corriente en chorro, los poderosos vientos de la atmósfera superior por los que deben navegar las aeronaves. Los patrones de la corriente en chorro influyen en las rutas de vuelo, los horarios de viaje y el ahorro de combustible de la aerolínea debido a que los corredores de aire de larga distancia están diseñados para aprovechar al máximo los patrones climáticos que proporcionan vientos favorables a los vuelos rumbo al este y al oeste.
 
Los investigadores señalan que los vientos de la corriente en chorro en altitudes elevadas se están intensificando, lo cual no solo genera mayor turbulencia en los aviones, sino que además potencialmente afecta los horarios de viaje. Williams, de la Universidad de Reading, señaló que del 8 al 12 de enero de 2015, una fuerte corriente en chorro obligó a algunos vuelos de Europa a Estados Unidos a hacer escalas en la costa este que no estaban programadas para recargar combustible antes de llegar a su destino final, aun cuando deberían haber tenido combustible suficiente para todo el camino.
Por otra parte, los vuelos en dirección contraria durante ese periodo, con la corriente en chorro en la cola, volaron mucho más rápido de lo esperado. De hecho, un vuelo de British Airways rompió el récord de velocidad transatlántica convencional para vuelos de pasajeros, haciendo el viaje en 5 horas y 16 minutos, señaló Williams.
 
Pero las ganancias derivadas de volar hacia el este no son suficientes para compensar las pérdidas de volar hacia el oeste. Williams también ha investigado esto, y descubrió que volar con el viento en contra retrasa un vuelo mucho más de lo que acelera si vuela con el viento a favor. A la larga, esto podría producir horas de vuelo mucho más largas en los viajes redondos y un mayor consumo de combustible.
 
Asimismo, en el futuro los vuelos transcontinentales en Estados Unidos se verían obligados a hacer escalas intermedias con mayor frecuencia. En un día con un clima tranquilo, un vuelo sin escalas de Nueva York a Los Ángeles ya se acerca al rango máximo de un Boeing 737 o un Airbus A320, la aeronave más comúnmente utilizada en esa ruta y en otras parecidas.
 
En mayo, Williams publicó otro artículo que sugería que los incidentes ocasionados por turbulencias podrían aumentar y agravarse. Explicó que una corriente en chorro más potente ocasionaba una menor estabilidad en el aire, de tal modo que habría mayor probabilidad de turbulencia incluso si no hay tormentas, algo que se conoce como turbulencia “en aire claro”.
 
Probablemente, los más afectados serían los vuelos con dirección al este debido a que tienden a volar más directamente sobre la corriente en chorro para aprovechar el viento a favor.
Aunque las aeronaves modernas están mejor habilitadas para responder a la turbulencia que sus antecesoras, los pasajeros podrían percibir una mayor turbulencia en el futuro. Williams explicó que desde los años ochenta “el número de lesiones graves ocasionadas por la turbulencia ha aumentado claramente”.
 
Los fabricantes están trabajando para que los aviones se adapten mejor a la turbulencia y para proveer tecnología que prediga y detecte mejor la turbulencia en aire claro.
Laura Einsetler, capitana de una importante aerolínea estadounidense y quien también tiene su propio blog de aviación, dijo que, en su experiencia, las condiciones de vuelo se han vuelto más extremas en los últimos cuatro o cinco años. “Siempre solíamos desviar el curso, pero no se sentía este tipo de enojo en el mundo en torno al cambio climático. Definitivamente, parece que debemos estar más alertas”.
 
FUENTE: The New York Times es , 23 / junio / 2017

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