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sábado, 17 de junio de 2017

CHINA: "EL DESARROLLO SE TOPA CON EL CAMBIO CLIMÁTICO"




La ciudad de Dongguan, centro manufacturero aquí en la región industrial más dinámica del mundo, fue especialmente golpeada por la precipitación de mayo de 2014. Más de 100 fábricas y tiendas se inundaron. El agua subió a la altura de la rodilla en 20 minutos, acabando con el inventario de docenas de negocios.

En la vecina Guangzhou, una antigua y enorme ciudad portuaria de 13 millones de habitantes, helicópteros y una flotilla de 80 botes tuvieron que rescatar a residentes atrapados. Decenas de miles de personas perdieron sus hogares y 137 kilómetros cuadrados de tierra de cultivo cercana quedaron en ruinas. El costo de las reparaciones superó los 100 millones de dólares.

Durante siglos, las inundaciones fueron una plaga en el Delta del Río de las Perlas en el sur de China. Así que incluso las lluvias de ese mayo, las peores en años, pronto desaparecieron de las tapas de los diarios. No hubo una preocupación oficial por la causa de las inundaciones o por cómo el cambio climático podría empeorar los problemas.

Hace una generación, ésta era principalmente tierra agrícola. Tres ríos vitales que desembocan en el mar de la China Meridional, junto con tributarios que se entrecruzan, convertían al bajo delta en una llanura fértil. Guangzhou (anteriormente Cantón) tenía más de un millón de habitantes, pero para los 80, China se propuso transformar la región, aprovechando su proximidad al agua, la energía de su gente y el dinero e infraestructura de la vecina Hong Kong.

Apresurándose por ponerse al día tras décadas de estancamiento, China construyó una gigantesca colección de ciudades sin considerar su factura al medio ambiente, mucho menos el impacto futuro del calentamiento global. Hoy, la región es un Goliat de la industria con más de 42 millones de habitantes. Guangzhou ahora tiene más que perder debido al cambio climático que cualquier otra ciudad del planeta, según un reporte del Banco Mundial. La cercana Shenzhen se ubica en el décimo lugar de la lista.

Los investigadores dicen que los efectos del cambio climático ya se pueden ver: en los niveles más altos del agua, las crecientes temperaturas y tormentas cada vez más severas. Y el cambio climático no sólo presenta una amenaza para los que viven y trabajan aquí, o para la inmensa concentración de riqueza. Es una amenaza para un mundo que se volvió dependiente de todo lo producido en las fábricas de la región.

El ascendente mar de la China Meridional y la red del río de las Perlas se ubican más o menos un metro abajo de gran parte de este nuevo desarrollo multimillonario —y están a punto de ahogar décadas de progreso, elevando los precios de artículos como teléfonos inteligentes, productos biofarmacéuticos y hasta los resortitos de los bolígrafos.

Hoy, China está debilitada por la contaminación del aire. Nuevas investigaciones indican que las crecientes temperaturas y el aire estancado que resultan del cambio climático están exacerbando la crisis de smog del país, lo que contribuye a millones de muertes prematuras.

El gobierno chino se ha vuelto una voz franca en materia del cambio climático. El presidente Xi Jinping instó a los firmantes del acuerdo de París sobre el Cambio Climático, de 2015, que cumplan con su promesa, mientras que los medios paraestatales chinos critican a la administración Trump por “descaradamente evadir su responsabilidad en el cambio climático”.

China es ahora el líder mundial en inversión doméstica en energía renovable. Pero los mandatos más firmes no logran superar el ritmo de la expansión, un sistema fiscal descentralizado, una laxa aplicación de la ley y una cultura que con frecuencia posiciona al crecimiento contra lo ecológico.
Aquí, en la provincia de Guangdong, todos los autos nuevos, el hormigón y las fábricas elevan las temperaturas, lo que crea islas de calor urbano e incuba pandemias como el dengue. Además de esto están las inundaciones y marejadas, empeoradas por una mezcla de tormentas cada vez más severas y el hundimiento de tierras por el simple peso del desarrollo, lo que agranda el impacto de los crecientes niveles del mar. La inundación abruma a edificios y vecindarios planeados con rapidez y con sistemas de drenaje saturados.

Defensas naturales inútiles

Shenzhen aún era un tranquilo pueblo pesquero de unos 35 mil habitantes a fines de los 70 cuando las autoridades chinas lo declararon una Zona Económica Especial, atrayendo enormes inversiones y oleadas de migrantes del campo que contribuyeron a hacer lo que hoy es una metrópoli de 11 millones de habitantes. Cai Yanfeng llegó con sus padres a principios de los 80 cuando era una pequeña. La ahora diseñadora urbana experimentó la evolución de la ciudad y, con 36 años de edad, es una relativa veterana.

Recordó su infancia al cruzar la calle, donde ahora hay un Star­bucks, para jugar en los manglares que abrazaban a la bahía. Hoy, la calle que solía cruzar es del tamaño de una carretera de múltiples carriles. Donde empezaban los manglares, el campus de un hospital se ubica junto a un centro comercial. Los manglares fueron eliminados, reemplazados por rellenos y cubiertos por hectáreas de hormigón, asfalto, torres de oficinas, rascacielos de departamentos y desarrollo industrial.

“Empezó con parques de diversión a lo largo de la playa”, recordó Cai. “Luego el municipio construyó otra gran autopista cerca del mar, con la zona intermedia rellena con manzanas residenciales. Las cosas se aceleraron después de eso”.

Los manglares proporcionan una defensa contra el mar, al reducir el impacto de las olas y la creciente agua, separar la sal que puede filtrarse a las reservas de agua dulce, absorber carbono y reducir la temperatura ambiente. Pero alrededor del 70 por ciento de los manglares de Shenzhen ha desaparecido. Y este fenómeno se está acelerando: 850 hectáreas pavimentadas entre 1979 y 1985; 2700 más durante la siguiente década, y miles más desde entonces.

Debido al relleno y al nuevo desarrollo, el agua ya no entra y sale de la bahía como antes. Así que la basura queda atrapada, el estancamiento empeora y los peces mueren, explicó Liang Bo, que trabaja para la Fundación de Conservación y Manglares de Shenzhen. “Es peor con la marea baja”, dijo Liang. “Realmente te das cuenta de lo sucio que se volvió”.

Pregunta multimillonaria

“La contaminación del aire es un desafío directo para el pueblo, está en sus narices”, dijo Ma Jun, fundador y director del organismo ciudadano Instituto de Asuntos Públicos y Ambientales en Beijing. “Tiene que ver con la comida que ponen en la mesa para sus hijos. Así que hicieron ruido, y las cosas cambiaron en términos de la política de contaminación del aire por parte de las autoridades chinas”.

Las tormentas, al igual que los días calientes, suceden todo el tiempo —y siempre pasó así. Así que la gente no las atribuye automáticamente al cambio climático.
“No hay una solución obvia y a corto plazo para los problemas del cambio climático… Así que hay renuencia a abordar el asunto. ¿Cuál es el modelo de negocios?”, preguntó Ma.

Ésa es la pregunta de los mil millones de dólares, de acuerdo con el Banco Mundial, que proyectó que el costo potencial del daño a las ciudades costeras del mundo por el creciente nivel de los mares rondará esa cifra. Estima que China ya pierde el 1.4 por ciento de su PBI anual debido al cambio climático.

La primavera pasada, los residentes de Guangzhou se despertaron de nuevo con calles inundadas luego de que un feroz chubasco se extendiera por el delta. Las lluvias causaron estragos en muchas otras ciudades por todo el sur de China el año pasado: más de 160 personas perdieron la vida ahogadas o en los deslaves y docenas más desaparecieron, 73 mil hogares colapsaron y 400 mil hectáreas de tierra agrícola quedaron destrozadas.

Aunque Guangdong ahora afirma tener más multimillonarios que cualquier otra provincia del país, también alberga a millones de trabajadores de bajos sueldos y migrantes del campo que se establecieron en barrios más baratos y en mal estado, el legado en vías de desmoronarse de los colosales desarrollos de vivienda de la era socialista.

Hacia el este, un inmenso y moderno distrito llamado Tianhe se levantó casi de la nada en treintaitantos años, con sus manzanas de oficinas y departamentos ahora opacados por los rascacielos súper altos del Zhujiang New Town de Guangzhou, con su teatro de la ópera, diseñado por la arquitecta Zaha Hadid, y su insignia, la Torre Cantón.

“Las ciudades que ahora tenemos están basadas en parte en lo que vimos en las películas estadounidenses: en el sueño de grandes centros comerciales, aeropuertos, carreteras y edificios altos”, dijo Zhou Jianyun, arquitecto y profesor que se mudó a Guangzhou cuando era estudiante a principios de los 80. “Esto se convirtió en nuestra idea de progreso”, añadió. “Sólo que quisimos hacer todo más grande, porque pensábamos que eso es lo que significaba ser moderno. Las necesidades reales de la verdadera ciudad son ignoradas”.

Éxodo y oportunidad

“Los sentimientos de China respecto a la modernización siguen cambiando”, dijo Zhou Ming, un planificador urbano de Shenzhen que expresó algo de optimismo respecto al futuro.
“Antes de la apertura al mundo exterior, la gente no tenía alimentos para comer”, comentó. “Así que se enfocaba en los empleos y las necesidades básicas. Ahora los salarios van al alza para los trabajadores, la gente está preocupada por la contaminación del aire y empieza a valorar de nuevo la cultura tradicional, lo que significa barrios que son a escala humana y no sólo un montón de rascacielos”.

La consecuencia resultante de los salarios en alza y las amenazas de estándares más estrictos para la contaminación es que los fabricantes con menos escrúpulos muden sus negocios a países como Vietnam y Camboya, donde las regulaciones son más laxas.

Los planificadores y ambientalistas aquí hablan sobre una oportunidad de renombrar a la provincia de Guangdong como líder global en urbanismo y tecnología industrial ecológica y vanguardista.
La prosperidad pertenecerá, a final de cuentas, a ciudades y naciones del mundo que encuentren formas de aprovechar las estrategias de la resiliencia contra el impacto inevitable del cambio climático.

China ya demostró que puede ser ágil e ingeniosa. Desde 1997, Guangzhou ha abierto un sistema de metro completamente nuevo con veintenas de estaciones, cubriendo cientos de kilómetros; Shenzhen hizo lo mismo en sólo 12 años.

Pero poco de esto fue concebido en anticipación de las condiciones extremas y cambio climático. Las crecientes aguas en repetidas veces redujeron el tráfico de trenes en el delta a paso de tortuga el año pasado.

“Lo que el cambio climático dice es que si quieres que la ciudad siga siendo un buen lugar para vivir y trabajar para todos, lo mismo de siempre no es suficiente”, indicó Robert J. Nicholls, profesor de ingeniería costera en la Universidad de Southampton, en Inglaterra. Él ayudó a escribir el reporte del Banco Mundial sobre el impacto fiscal del cambio climático en el Delta del Río de las Perlas. “Los desastres se volverán más probables”, dijo.

La inundación no es un obstáculo insalvable, señaló. Los chinos pueden construir ciudades más inteligentes —más saludables, más seguras, más equitativas y más humanas, con vías fluviales restauradas y zonas costeras, edificios a prueba de inundaciones, controles de contaminación del aire de amplio alcance, sistemas de advertencia temprana, diques que hacen las veces de parques y vecindarios menos dependientes de los autos.

“El reto para los chinos, como para muchas ciudades”, dijo Nicholls, “es adoptar una perspectiva a largo plazo”.

FUENTE: New  York  Times , 4 / mayo / 2017

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